Originalmente la palabra ShanZhai (山寨) se utilizaba en China para referirse a las aldeas fortificadas en zonas montañosas fuera del control del gobierno donde se refugiaban bandidos. Por esto se empezó a usar este término para denominar a los fabricantes de productos electrónicos de baja calidad que copiaban descaradamente los diseños de los líderes del mercado aprovechando vacíos normativos o violando directamente la legislación china en materia de propiedad intelectual.
El caso es que las compañías ShanZhai han evolucionado desde entonces y los productos –en su mayoría smartphones– comercializados por algunas de esas empresas ya no son copias de baja calidad. Aunque externamente se parezcan mucho a los modelos en que están “inspirados”, ya no llevan el logo de las multinacionales que crearon los originales sino que los venden sin marca, o incluso con sus propios logos. Y en ocasiones superan, al menos desde el punto de vista del usuario, los productos que toman como modelo.
Sus funcionalidades, por ejemplo, son diferentes y responden a necesidades desatendidas que sus fabricantes detectan en segmentos específicos del mercado. Así, en algunos modelos es más fácil escribir con caracteres chinos, otros llevan dos tarjetas SIM para evitar costes de roaming, y otros incorporan más altavoces, y más potentes, para quienes usan sus smartphones para escuchar música en lugares ruidosos como fábricas o edificios en construcción.
Y encima siguen siendo muy baratos. Entre otros motivos porque las empresas ShanZhai se centran en las prestaciones que realmente emplean los usuarios y no invierten, o directamente eliminan, aquellas que no utilizan.
De ahí que su éxito no se limite al mercado chino y se hayan vuelto muy populares en otros países asiáticos, en África y Latinoamérica. Una rápida expansión internacional que no deja de representar una importante barrera de entrada en estos mercados para las grandes multinacionales líderes tradicionales de la industria que no saben bien como reaccionar.
Lo que sucede es que estamos ante una forma de entender la innovación muy diferente de la occidental. De hecho, supongo que muchas personas considerarán que lo que hacen las empresas ShanZhai no es innovación. Sin embargo, pienso que las empresas del “mundo desarrollado” podríamos aprender mucho si reflexionásemos y tomásemos nota de los factores que han propiciado la eclosión de este fenómeno:
El primero de ellos, que no podemos obviar, es la inconsistencia y las numerosas lagunas en la normativa china de protección a la propiedad intelectual en un contexto sociocultural donde la única propiedad intelectual que parece tener valor real es el guanxi (关系): las relaciones interpersonales.
A esto se suma un ecosistema de fabricantes que producen componentes electrónicos compatibles entre sí a partir de los que es muy fácil construir nuevos productos adaptados a las necesidades específicas de un segmento de mercado. Unos fabricantes que, además, poseen un valioso know-how, adquirido a base de años fabricando componentes para las multinacionales líderes del mercado global.
En tercer lugar, muchos de esos componentes son de diseño abierto. Un hecho debido en gran parte a la falta de protección legal de la propiedad intelectual que hace que muchos de esos fabricantes piensen: “si total me lo van a copiar mejor hacerlo como diseño abierto que al menos me ahorro costes”.
Son también empresas abiertas a la colaboración. En general, las empresas Shanzhai no poseen enormes fábricas, sino que son compañías con estructuras ligeras que lo que saben hacer bien es dar respuesta a necesidades desatendidas del mercado aprovechando, de una forma original, los componentes que se producen en ese ecosistema de fabricantes al que nos referíamos antes.
Finalmente, son empresas que se atreven a experimentar nuevas ideas. Si una idea no funciona pasan rápido a la siguiente, y si funciona la convierten a una velocidad pasmosa en productos que “adelantan por la izquierda” a los grandes mastodontes del mercado.
En resumen, son empresas curiosas, abiertas a probar cosas nuevas, dispuestas a colaborar y que aprenden muy rápido. Empresas con una estrategia de negocio y una actitud frente a la innovación que se aparta de la dominante en muchas corporaciones occidentales, que en algunos casos las contemplan todavía con cierto desdén. En todo caso, un modelo que nos demuestra que en un mundo hiperconectado, donde todo se puede copiar, hay formas alternativas de ser competitivo en el mercado sin necesidad de invertir millones tratando de dar con la siguiente innovación disruptiva.
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