Como cada año, Booz Allen Hamilton ha publicado su informe sobre la rotación de los máximos ejecutivos (Chief Executive Officers – CEO’s) de las 25.000 mayores empresas del mundo.
Los resultados de este estudio confirman que vivimos en un mundo en tiempos de cambio. En 2005 una de cada siete empresas (15,3%) sustituyó a su más alto ejecutivo, mientras una década atrás, en 1995, esto sólo sucedía en una de cada once (9%). Es decir, la rotación de los altos directivos ha aumentado un 70,2% en los últimos 10 años. En Europa esta tendencia es aún más acentuada: de un 3,2% en 1995 se ha pasado a un 15,3% en 2005, tras alcanzar un máximo histórico del 16,8% en 2004. ¡¡Un incremento del 382%!!
Destaca especialmente el aumento de la rotación relacionada con el desempeño. Un tercio de la rotación acontecida en 2005 puede imputarse a este tipo de causas cuando en 1995 apenas una de cada nueve salidas se debía a estos motivos. Los accionistas cada vez son más exigentes y alcanzar los objetivos trimestrales ya no es suficiente. Hoy en día la piedra filosofal es el “crecimiento sostenido” y para asegurarlo los inversores exigen a los consejos de administración una mayor involucración en la gestión. Si bien hubo una época en la que, con frecuencia, los consejos se limitaban a validar las estrategias planteadas por la alta dirección, actualmente se tiende a que los órganos de administración influyan más decisivamente en la dirección estratégica de las empresas. Este cambio en las reglas del juego provoca fricciones entre la dirección y los órganos de administración que pueden llegar a traducirse en despidos, en ocasiones maquillados como “dimisiones”. Además, estos despidos por razón de desempeño provocan indirectamente un aumento de la rotación voluntaria de otros CEO desde el momento en que cada vez es más frecuente buscar al sustituto del ejecutivo despedido entre CEO en activo en otras empresas (poaching the neighbour).
Atrás quedaron los años en que el papel del CEO consistía liderar el proceso de planificación y ejecución de la estrategia, limitándose a mantener al día al consejo de administración. El alto directivo de hoy en día sabe que se mantendrá en el puesto en tanto que los resultados sean aceptables para los inversores. En este contexto es muy difícil que las tasas de rotación vuelvan a los niveles de los años 90, si bien la rotación de directivos no puede continuar creciendo indefinidamente, y todo parece apuntar a que tocará techo en torno al 15-16%.
Es de esperar que, entre otros factores, la necesidad de mantener la “arrancada” y un enfoque estratégico a largo plazo, los efectos negativos de una excesiva inseguridad sobre la innovación, y el coste de la planificación de la sucesión, contribuyan a frenar la actual sangría.
Imagen Daniel Tuttle bajo licencia Creative Commons