Me entristece enterarme de que Helmut Panke, máximo ejecutivo de BMW, dejará su puesto el próximo 1 de septiembre. Durante toda su carrera en esta compañía automovilística, Panke ha demostrado ser un líder discreto pero tremendamente efectivo. Él fue el artífice de la venta de Rover – incluyendo el gran acierto de quedarse con la marca Mini –, y en los casi 5 años que ha estado al frente de la empresa ha sido capaz de incrementar el número de vehículos vendidos en más de un 44% y doblar el beneficio de explotación mientras sus rivales pasaban por serias dificultades.
¿Qué es lo que ha podido pasar para que un ejecutivo “de la casa” como él deje su puesto cuando está paladeando las mieles del éxito? ¿Es que algún competidor le ha presentado una oferta irrechazable? No. Lo único que sucede es que cumple 60 años y, de acuerdo a la normativa interna de BMW, a esta edad la jubilación es obligatoria.
Me aterran los comentarios que hace Gail Edmondson en Business Week sobre esta política. Según la periodista americana, la jubilación forzosa a los 60 años es una política con la que los accionistas están encantados, ya que facilita la promoción interna, mantiene a los empleados motivados, “refresca” la visión de la empresa, potencia la innovación… En fin, todo ventajas. Incluso llega a decir que favorece un “ecosistema equilibrado” (sic).
Desde mi humilde punto de vista me parece una atrocidad. Son muchos los recursos y la sabiduría que se desperdician con semejantes decisiones, pero es que, además (y esto no deberíamos perderlo de vista) es que el propio Panke ha dicho que a él le hubiese gustado seguir en el puesto si le hubieran dado la posibilidad de quedarse…