Cuando llevo tres noches sin dormirme hasta bien pasadas las tres de la madrugada debido al estruendo de las orquestas que amenizan las fiestas del pequeño pueblo de las Rías Altas donde disfruto de mis vacaciones, recupero de mi archivo de lecturas pendientes un artículo publicado por Marcia Conner en Fast Company. Habla de las consecuencias de la falta de sueño en la productividad de los directivos. Muchos piensan – y yo mismo he llegado a pensarlo- que dormir es una pérdida de tiempo. Jornadas laborales interminables, reuniones, viajes de negocios, relaciones con países en diferentes zonas horarias. Además, necesitamos encontrar tiempo para la familia, para hacer deporte, para formarnos. Tantas cosas por hacer… Y hay quien a todo esto añade programas de televisión a horas intempestivas o interminables “chats” en Internet. Sin darnos cuenta le vamos arañando minutos al sueño, creyendo que estamos ganando tiempo cuando en realidad no es así, ya que olvidamos que cuando no dormimos lo suficiente nuestra productividad se resiente.
La parte del cerebro que primero sufre las consecuencias de la falta de sueño es el cortex del lóbulo frontal, responsable de nuestra flexibilidad ante cambios en las variables del entorno, nuestra capacidad de innovación, o nuestra habilidad para tomar decisiones. Mientras dormimos conectamos ideas, creamos asociaciones que luego nos facilitarán la resolución de problemas. Igualmente nuestro cerebro aprovecha para ordenar en nuestra memoria las experiencias vividas, de modo que cuando necesitemos echar mano de ellas, resulten más fácilmente accesibles. Si no dormimos lo suficiente el cerebro no puede desarrollar estas funciones de modo correcto. Además, la falta de sueño afecta a nuestra capacidad de expresión y, también, a nuestro carácter (yo, al menos, estoy especialmente irascible cuando no duermo las horas que tocan). Pero los beneficios del sueño no se limitan al plano intelectual. Mientras descansamos en los brazos de Morfeo, nuestro cuerpo aprovecha para realizar “trabajos de mantenimiento”. Tampoco podemos olvidarnos que la falta de descanso perjudica nuestro sistema inmunológico y nos hace más vulnerables a las infecciones, algo que no podemos pretender solucionar a base de “actimeles” a pesar de lo que nos cuenten en televisión.
Preocupa que, según un estudio reciente de AC Nielsen, los españoles seamos, después de los portugueses, los europeos que se acuestan más tarde. Un 65% se acuesta después de la media noche, mientras que en Europa solo un 31% se va a la cama después de las doce. Es cierto que, en contrapartida, los españoles son de los europeos que más tarde se levantan (solo un 26% se levanta antes de las 7 cuando la media europea es del 50%), pero aún así somos de los que menos tiempo dormimos. Algo tendrá que ver con nuestra productividad. El problema añadido es que, encima, vamos a peor. Otro estudio, esta vez de Gallup, concluye que España es uno de los países del mundo donde más ha descendido la media de horas de sueño de la población en los últimos cinco años.
Como cada año, dentro de unos días todos prepararemos nuestra particular lista de buenos propósitos para el nuevo curso. No estaría mal que aparte de los objetivos de siempre: hacer ejercicio, seguir una dieta equilibrada, etc. este año todos intentásemos también cuidar nuestros hábitos de sueño.
Imagen Mårten Kai-Larsen bajo licencia Creative Commons