Me llama la atención la noticia publicada hoy en El País sobre el programa que ha puesto en marcha el gobierno ecuatoriano para favorecer el regreso de titulados universitarios que en su día se vieron obligados a emigrar.
El denominado Plan Retorno va dirigido especialmente a docentes y demás profesionales de la Educación, pero también a otros titulados universitarios. El objetivo es convertirlos en profesores para sentar las bases de una economía del conocimiento que reduzca la dependencia del país de las exportaciones petrolíferas.
De esta forma profesionales que se vieron obligados a emigrar ante la falta de oportunidades -muchos de los cuales acabaron en España realizando trabajos que poco tenían que ver con sus titulaciones-, ven como pocos años más tarde tienen la oportunidad de regresar a su país al haberse convertido en un «activo estratégico».
Es interesante enterarnos, además, que estos nuevos profesores tendrán un salario un 20% superior al de sus compañeros, ya que «el Estado valora el enriquecimiento intercultural que supone haber vivido en otro país». Me ahorraré comentarios.
El programa es ambicioso. Ecuador precisa 10.000 docentes y, aunque se ha decidido empezar por los emigrantes nacionales del país, no se descarta la posibilidad de que en un futuro este programa se abra a docentes de otras nacionalidades, ya que lo que se busca es la excelencia y, por tanto, las pruebas de acceso al mismo son muy exigentes.
En definitiva, un ejemplo más de cómo ese «gran reequilibrio», a través del cual las economías emergentes están adquiriendo un mayor protagonismo en el orden económico mundial, tiene que ver también con el capital humano.
Aunque haya quien siga sin querer verlo.
Imagen Rinaldo Wurglitsch bajo licencia Creative Commons