Con ocasión de la salida a la venta de nuestro libro El ocaso del empleo, Francisco Alcaide me entrevista para Libros de Management. A continuación reproduzco su texto íntegro:
1. ¿Cuándo y por qué nace el libro El ocaso del empleo: cómo sobrevivir en el futuro del trabajo?
El libro surge de una afortunada coincidencia. Tanto Jordi como yo, por separado, llevábamos tiempo dándole vueltas a la idea de escribir un libro sobre el futuro del trabajo. Lo descubrimos por casualidad el pasado invierno mientras conversábamos un día que quedamos a tomar un café. A partir de ahí todo vino rodado: nos pusimos manos a la obra y en menos de nueve meses lo teníamos listo.
En cuanto al porqué del libro, nuestra intención ha sido escribir un texto que ayude a los lectores a orientar su rumbo profesional en el nuevo mundo del trabajo. Un escenario complejo, volátil e incierto al que todos, en menor o mayor medida, necesitamos adaptarnos, ya que de ello depende nuestra “supervivencia” profesional.
2. ¿Cuáles son las principales aportaciones este libro respecto a otros de temática similar?
Hemos tratado de escribir un libro que induzca a la reflexión pero, sobre todo, que cree sentido de la urgencia y anime a los lectores a la acción. En el libro el lector encontrará una descripción y una explicación de las reglas de juego de ese futuro del trabajo al que nos dirigimos, pero también ideas y recursos prácticos que esperamos le ayuden a orientarse en un entorno laboral muy distinto, para el que nadie nos ha preparado.
Además, hemos intentado hacer un libro “para todos los públicos”: que sirva de guía a cualquier persona que busque un rumbo para su carrera profesional, y que también resulte útil e inspirador a directivos, especialistas de Recursos Humanos, “coaches”, y orientadores laborales.
3. ¿Qué es lo que más te ha sorprendido al investigar y escribir este libro?
Durante la elaboración del libro hemos podido constatar el alcance y la profundidad de los cambios que está experimentando el mundo del trabajo, y también la velocidad a la que estos están sucediendo. Sin embargo, lo que más nos ha dado que pensar ha sido comprobar lo desinformada y desorientada que, en general, está la gente, la actitud cortoplacista que adoptan muchos, y lo poco que ayuda “el sistema”.
4. ¿Qué parte le gusta más del libro y por qué?
Es una pregunta difícil, pero si me tengo que quedar con un fragmento es con la historia del dodo, un ave endémica de la isla de Mauricio que se extinguió en el siglo XVII cuando su hábitat se transformó de forma abrupta con la llegada de colonos europeos. En el libro empleamos esta historia como una metáfora del riesgo que corren muchas personas que, sin ser conscientes de que está en juego su futuro profesional, son prisioneras de una forma de hacer las cosas que pudo funcionar en el pasado, pero que no tiene por qué seguir funcionando —y muy probablemente no funcionará— en un escenario radicalmente diferente.
5. ¿Cuáles son, desde su punto de vista, las tres claves más importantes para sobrevivir en el futuro del trabajo?
— Primero, observar el mercado. Entre otras cosas, para comprender las tendencias tecnológicas, económicas y sociales que afectan a nuestra profesión, conocer qué trabajos son los más demandados, y entender qué conocimientos y habilidades hacen falta para desempeñar esos trabajos.
— Segundo, conocernos bien a nosotros mismos. Esto significa tomar conciencia de nuestras capacidades, pero también de nuestro estilo de comportamiento, nuestro nivel de inteligencia emocional, nuestros motivadores, nuestras pasiones, y otros factores que condicionan nuestras opciones de carrera.
— Tercero, potenciar nuestra adaptabilidad. Esto incluye estar dispuestos a entrar en una dinámica permanente de aprendizaje, preocuparnos de cultivar una red de relaciones sociales de calidad y asegurarnos de que siempre contamos con un “plan B”.
6. ¿Qué tres skills en el mercado profesional son especialmente apetecibles para los años venideros?
En el libro decimos que el secreto de la “empleabilidad” está en poseer capacidades que sean valoradas por el mercado, y que además sean difíciles de imitar por otra persona que pueda hacer lo mismo a un coste menor, o por una maquina. Entre esas capacidades humanas yo destacaría las tres siguientes:
— En primer lugar la iniciativa y la productividad personal. Porque en el futuro las mejores decisiones no van a venir necesariamente de unos jefes que todo lo saben. La realidad es muy compleja para que todo pueda estar regulado hasta el mínimo detalle y, además, en organizaciones cada día más planas los directivos no tienen tiempo de estar constantemente supervisando y dando instrucciones a cada uno de sus empleados.
— En segundo lugar la creatividad. Porque para un número creciente de empresas la innovación continua es la única estrategia que puede garantizar una ventaja competitiva sostenible en el tiempo, y para ello necesitan contar con empleados capaces de imaginar la siguiente innovación, sea una verdadera disrupción o una mejora más modesta de los procesos actuales.
— En tercer lugar la inteligencia social. Porque la capacidad de una organización de innovar y responder con éxito a los retos de un entorno volátil y complejo depende de su inteligencia colectiva, un atributo que es independiente del cociente intelectual de los miembros del grupo, pero en el que influye en gran medida su inteligencia social o interpersonal, es decir, su capacidad para relacionarse con eficacia con otros individuos dentro y fuera de la organización.
7. Desde nuestro punto vista, la nueva configuración del mercado de trabajo (menos empleados y más profesionales independientes) sitúa a España en una posición de desventaja competitiva por nuestra menor capacidad para «buscarnos la vida» y ensancha el diferencial competitivo con otros países. ¿Qué opina de esta afirmación?
Yo creo que ese diferencial competitivo de España con otros países es una realidad y se debe a un cúmulo de diversas causas sobre las que no acabamos de actuar con la urgencia y la determinación necesarias:
Por una parte está el modelo económico por el que tradicionalmente hemos apostado. Un modelo que genera muchos menos empleos intensivos en conocimiento que los que generan otras economías de nuestro entorno. Esta realidad es la que ha motivado, entre otras cosas, que muchos universitarios se dediquen a trabajos para los que es suficiente un menor nivel de estudios —con lo que pierden “competitividad” en el mercado de empleo—, y que otros muchos tengan que emigrar para poder trabajar “de lo suyo”.
Luego tenemos un sistema educativo que deja mucho que desear. Es triste comprobar año tras año el lugar que ocupan nuestras universidades en los rankings internacionales, o como los españoles siempre aparecemos en los últimos puestos en cuanto a dominio de lenguas extranjeras y conocimientos científicos y matemáticos.
También sufrimos el lastre de haber vivido durante mucho tiempo en un sistema paternalista, jerárquico y proteccionista, que no ha favorecido la iniciativa, ni la competencia sana, ni el debate o la crítica constructivas, sino la cultura de la presencia, el enchufismo, y el “ya decidirán los jefes que para eso les pagan”.
Y a todo esto se suma un marco normativo que poco incentiva que la gente se “busque la vida”. Por ejemplo, no tenemos más que comparar nuestro sistema de prestación de desempleo con el de otros países europeos, o lo que cuesta montar aquí un negocio con las facilidades que emprendedores y freelancers encuentran en esos otros países.
8. La última palabra la dejamos al entrevistado para que transmita cualquier mensaje que considere importante.
En ese caso me gustaría terminar con dos buenas noticias:
La primera es que aunque haya menos empleo —asalariado— sigue y seguirá habiendo mucho trabajo, ya que el mundo está lleno de cosas por hacer, de problemas por resolver y de gente dispuesta a pagar por ello.
La segunda es que el futuro del trabajo —de nuestro trabajo— depende de nosotros mucho más de lo que, en general, nos creemos.
Imagen Sila Tiptanatoranin bajo licencia Creative Commons