21 enero 2021

Cinco años para el fin del trabajo infantil. Empieza la cuenta atrás

por Santi Garcia

Hoy ha dado comienzo oficialmente al Año Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil. El acto de apertura ha consistido en un evento online en el que han intervenido Guy Ryder, director general de la OIT, Henrietta Fore, directora ejecutiva de UNICEF, el Nobel de la Paz Kailash Satyarthi, y el activista en la lucha contra el trabajo infantil Amar Lal, además de representantes de otras instituciones involucradas en esta causa.

La decisión de considerar 2021 el Año Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil la tomó por unanimidad la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2019, con el objetivo de generar conciencia sobre este tema y mover a la acción a las partes de las que depende la consecución de la Meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU:

Adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las formas contemporáneas de esclavitud y la trata de personas y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados, y, de aquí a 2025, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas.”

Hoy prácticamente nadie discute que el trabajo infantil es una lacra y que la lucha por su erradicación es una causa loable. Motivos no faltan: el trabajo infantil daña a los niños mental, física, social y moralmente; interfiere con su escolarización, impidiéndoles asistir a clases o concentrarse en sus estudios; incluso puede implicar la esclavización de los niños, o que estos sean separados de sus familias o expuestos a peligros y enfermedades graves. En pocas palabrasel trabajo infantil priva a los niños de su infancia, su potencial y su dignidad.

Pero hubo un tiempo en que era algo normal. El trabajo infantil jugó un papel importante en la Revolución IndustrialEn Inglaterra y Escocia en 1788, dos tercios de los trabajadores de las fábricas de algodón eran niños. Afortunadamente, con el paso del tiempo una sucesión de leyes fue restringiendo el trabajo infantil. En 1819 la Cotton Mills and Factories Act prohibió el trabajo de los niños menores de nueve años y limitó el trabajo de los niños de 9 a 16 años a 12 horas al día. En 1901 la edad mínima para trabajar se elevó a los 12 años. Pero, a pesar de esos avances, en 1911 en Inglaterra y Gales todavía trabajaba el 18,3% de los niños entre 10 y 14 años.

Un siglo después las cosas han cambiado mucho. Casi todos los países del mundo tienen leyes destinadas a evitarel trabajo infantil. En algunos casos por iniciativa propia, en otros casos gracias a los convenios impulsados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que han ayudado a establecer un cuerpo de derecho internacional en este ámbito, y entre los que caben destacar dos:

A)   El convenio sobre la edad mínima de admisión al empleo (C138) de 1973, una convención ratificada por 171 países en la que se define el trabajo infantil como cualquier trabajo realizado por niños menores de 12 años, el trabajo no ligero realizado por niños de 12 a 14 años y el trabajo peligroso realizado por niños de 15 a 17 años.

B)    El convenio sobre las peores formas de trabajo infantil (C182) de 1999ratificado por 151 países, queprohíbe las peores formas de trabajo infantil, entre las que se incluyen todas las formas de esclavitud y prácticas análogas a la esclavitud, como la trata de niños, la servidumbre por deudas, el trabajo forzoso yel reclutamiento de niños en conflictos armados. Este convenio también prohíbe el uso de niños para la prostitución o la producción de pornografía, el trabajo infantil en actividades ilícitas como la producción y el tráfico de drogas, y en trabajos peligrosos.

Gracias a estos convenios internacionales y a la creciente sensibilidad de los consumidores sobre las condiciones en que trabajan las personas que fabrican los productos que luego ellos compran, el trabajo infantil ha retrocedido de manera significativa en los últimos años. Según las estimaciones de la OIT entre 2000 y 2016 el trabajo infantil disminuyó un 38% a nivel mundial, de manera que casi 100 millones de niños han dejado de trabajar a lo largo de los últimos 20 años.

Sin embargo, todavía queda camino por recorrer para alcanzar el objetivo de Naciones Unidas de acabar con todas las formas de trabajo infantil para 2025. 152 millones de niños en todo el mundo siguen trabajando hoy en día. Dicho de otra forma, uno de cada diez niños todavía sufre este problema. De ellos, aproximadamente la mitad (72,5 millones) realizan trabajos peligrosos que ponen en riesgo su salud, seguridad o desarrollo moral. Un tercio están completamente fuera del sistema educativo, y los que están escolarizados tienen un desempeño deficiente. Por tanto, no podemos bajar la guardia.

Además, el trabajo infantil es un problema complejo. Para empezar, puede deberse a muy diversas causas. Los niños trabajan porque de ello depende su supervivencia, porque sus padres no tienen acceso a un trabajo decente, porque los sistemas nacionales de educación y protección social sufren carencias o porque los adultos se aprovechan de su vulnerabilidad. A veces, el trabajo infantil es el resultado de creencias y tradiciones arraigadas, entre las cuales se cuentan costumbres bien intencionadas, pero que pueden ser muy dañinas, como la idea de que el trabajo es bueno para los niños porque les ayuda a desarrollar su carácter y habilidades, o la tradición de que los niños deben seguir los pasos de sus padres y aprender su oficio a una edad temprana.

Y a esto ahora tenemos que añadirle el impacto de la crisis Covid, que ha traído más pobreza a las poblaciones más afectadas por este problema, ha provocado el cierre de escuelas y está haciendo que millones de niños tengan que trabajar para contribuir a los ingresos familiares, lo que, al mismo tiempo, les vuelve más vulnerables a la explotación, y amenaza con revertir años de progreso en la lucha contra el trabajo infantil.

Aun así, las Naciones Unidas mantienen su objetivo de poner fin a esta lacra para 2025…

En consecuencia, a las partes implicadas en la lucha contra el trabajo infantil no les va a quedar más remedio que redoblar sus esfuerzos durante los próximos años. Aunque también ayudaría mucho si quienes vivimos en el ‘mundo desarrollado occidental’ tomamos conciencia de que este problema no nos es ajeno.

Por un lado, a pesar de que la gran mayoría del trabajo infantil del planeta ocurre en África (72 millones de niños) o en Asia y el Pacífico (62 millones), de tanto en cuanto nos siguen llegando noticias locales de niños víctimas del tráfico sexual o que son obligados a mendigar. Por otro lado, en la era de las cadenas de suministro globales es difícil evitar que alguno de los productos que consumimos (o alguno de sus componentes) hayan sido fabricados con intervención de mano de obra infantil, si no prestamos particular atención a este tema en nuestras decisiones de compra.

A esto hay que sumar otra cuestión, que rara vez tenemos en cuenta cuando pensamos en los problemas que provoca el trabajo infantil, y que tiene que ver con la realidad demográfica del planeta. Como la edad media de la población de los países más desarrollados es muy superior a la edad media de la población en los países menos desarrollados, a lo largo de las próximas décadas una proporción cada vez mayor de la fuerza de trabajo del planeta (incluida la fuerza de trabajo de los países más desarrollados) estará compuesta por personas nacidas en países menos desarrollados. Si actualmente en esos países uno de cada diez niños tiene que trabajar y, como decíamos al principio, esta circunstancia puede afectar a su salud e interferir con su escolarización, afectando a su desarrollo cognitivo, la consecuencia es que el trabajo infantil de hoy está comprometiendo el desarrollo (y la productividad) de un 10% del futuro capital humano del planeta. Ni más ni menos.

#EndChildLabour2021