Las Naciones Unidas nos lo recuerdan en la última valoración que han hecho de la evolución del objetivo de desarrollo sostenible (ODS) número diez “Reducción de las desigualdades”:
“La COVID-19 ha intensificado las desigualdades existentes y ha afectado más que nadie a los pobres y las comunidades más vulnerables. Ha sacado a la luz las desigualdades económicas y las frágiles redes de seguridad social que hacen que las comunidades vulnerables tengan que sufrir las consecuencias de la crisis. Al mismo tiempo, las desigualdades sociales, políticas y económicas han amplificado los efectos de la pandemia”.
Es decir, no solo es que la crisis incremente las desigualdades y afecte con particular dureza a los colectivos desfavorecidos, es que, al mismo tiempo, la desigualdad actúa como un amplificador de las consecuencias de la crisis, lo que da lugar a un peligroso bucle de retroalimentación (la crisis lleva a más desigualdad; más desigualdad lleva a más crisis).
De ahí la llamada de las Naciones Unidas para que los Estados incluyan la reducción de las desigualdades entre las prioridades de los programas de recuperación que muchos de ellos han puesto en marcha en los últimos meses.
“Este momento de crisis también se debe aprovechar como una oportunidad para invertir en políticas e instituciones que puedan invertir la situación de desigualdad. Aprovechar un momento en el que las políticas y las normas sociales puedan ser más maleables que en épocas normales y dar pasos radicales que aborden las desigualdades que esta crisis ha puesto de manifiesto puede encauzar al mundo de nuevo hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible”.
En relación con este desafío me ha resultado muy revelador un artículo recientemente publicado por los profesores Cabrera y Marrero, de la Universidad de La Laguna, y los profesores Rodríguez y Salas-Rojo, de la Universidad Complutense de Madrid, en el que presentan los resultados de una investigación que han llevado a cabo sobre el impacto que la denominada “desigualdad de oportunidades”, la parte de la desigualdad que se deriva de factores fuera del control de las personas, tiene sobre los niveles de desigualdad que se observan en España.
A partir de las respuestas al cuestionario del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre Desigualdad social y movilidad social en España de 2017, los autores han descubierto que, como mínimo, un 44% de las desigualdades globales de renta en España vienen determinados por el origen de las personas. El resto de la desigualdad general se explica por circunstancias no observadas, esfuerzo puro (la parte del esfuerzo total que no depende del conjunto de circunstancias) y la suerte, que, no lo olvidemos, también juega un papel.
Esta distinción entre ambas categorías de factores es relevante porque se ha descubierto que la desigualdad de oportunidades obstaculiza el crecimiento económico de un país (entre otros motivos porque dificulta una correcta asignación de capital humano en el sistema educativo y en ocupaciones de alta cualificación), mientras que, por el contrario, la parte de la desigualdad que se deriva de los diferentes niveles de esfuerzo que realizan las personas funciona como un incentivo para el desarrollo del talento y el esfuerzo tanto en el ámbito educativo como el laboral.
Entre las causas concretas de la desigualdad de oportunidades (inequality of opportunity), el análisis destaca la influencia de ciertos factores como la educación de los padres (28,0%), el tamaño de la familia (26,8%), el tipo de escuela a la que han asistido (14,5%), la ocupación del padre (12,4%) y su entorno cultural (9,2%).
Respecto a los canales a través de los cuales estas circunstancias acaban condicionando los ingresos de las personas, los autores señalan que estas diferencias se canalizan a través del trabajo y, principalmente, el nivel educativo de la persona. Estos hallazgos son consistentes con los bajos niveles de movilidad relativa educativa y ocupacional que se observan en España.
Por ejemplo, aunque en España la movilidad educativa ascendente es muy elevada de manera que el 47,5% de las personas supera los niveles educativos de sus padres, y la movilidad educativa descendente es muy reducida (solo el 10,3% de las personas tiene niveles educativos inferiores a los de sus padres), la realidad es que, mientras que entre las personas cuyos padres poseen estudios universitarios el 64,7% posee estudios de este mismo nivel, cuando los padres tienen solo estudios básicos el porcentaje de universitarios solo alcanza el 16,4%.
Y algo parecido sucede en el ámbito laboral. El 26,8% de los encuestados tiene una ocupación de mayor rango que la de su padre (movilidad ascendente) mientras el 22,3% tiene un empleo de menos nivel (movilidad descendente). Sin embargo, el porcentaje de encuestados en el grupo de ocupaciones más altas (gerentes, administradores, técnicos y profesionales de alto nivel), 20,2%, casi se duplica (38,2%) entre las personas cuyos padres también pertenecen a ese grupo, mientras que desciende hasta el 14,8% entre las personas hijas de trabajadores no cualificados.
También es de desatacar que los autores no se limitan a emitir un diagnóstico. Además, proponen vías de acción para reducir la desigualdad de oportunidades en nuestro país.
Con respecto al sistema educativo, los autores proponen, en primer lugar, poner el foco en reducir drásticamente el abandono escolar y aumentar la matriculación en secundaria. Dado que el fracaso escolar en España está muy concentrado en los estratos sociales bajos, una reducción del fracaso escolar evitará la salida prematura del sistema educativo de personas que, de otra manera, sufrirán una consecuencia de la desigualdad de oportunidades que probablemente arrastrarán a lo largo de su vida laboral. En el ámbito educativo, para los autores también es importante nivelar hacia arriba los estándares de calidad de la educación universitaria y reducir la brecha entre las escuelas públicas y las escuelas privadas y semiprivadas, otra diferencia que contribuye a perpetuar la desigualdad de oportunidades que las personas sufren por su origen.
Por lo que respecta al mercado laboral, los autores proponen intervenciones dirigidas a reducir las barreras de entrada y la discriminación entre grupos para que personas con los mismos niveles de educación y habilidades, pero diferentes circunstancias, tengan las mismas oportunidades para ingresar al mercado laboral. Otra vía que señalan los autores es un aumento del gasto público en atención infantil y salud, que podría ayudar a reducir la desventaja observada en las mujeres y en los hogares com familias más numerosas.
A todo esto, hace unos días el Institute for Policy Studies informaba de que la fortuna combinada de las ocho personas más ricas del mundo había superado por primera vez en la historia el billón de dólares (USD 1.000.000.000.000)…
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Imagen Jeremy Segrott bajo licencia Creative Commons