Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como siempre, al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de legionarios romanos en los reducidos campamentos de Babaorum, Aquarium, Laudanum y Petibonum…
Con estas palabras comenzaban los comics de Astérix el galo, unos de mis preferidos cuando era niño.
Transcurridos casi cuatro años desde que en marzo de 2020 la declaración del estado de alarma ante la pandemia de COVID19 hizo que el teletrabajo se convirtiese de la noche a la mañana en la forma habitual de trabajar de millones de personas, los últimos datos a los que he tenido acceso sobre la evolución de esta modalidad laboral en España han traído a mi mente la imagen de aquella pequeña aldea gala asediada por las legiones romanas.
En octubre, el informe KPMG CEO 2023, que elabora anualmente esta firma de servicios profesionales, revelaba la preferencia de los primeros directivos de las compañías españolas por la presencialidad. En concreto, en el horizonte próximo, un 78% de los líderes empresariales, cifra que supera la media global, visualizaba un regreso total a las oficinas, mientras que un destacable 89% se mostraba dispuesto a promover este retorno con incentivos, ya sea a través de retribuciones, ascensos o promociones.
La realidad, sin embargo, es que el teletrabajo resiste.
La Encuesta de Población Activa del tercer trimestre de 2023 nos muestra que en ese período el 6,7% de las personas ocupadas trabajaron desde su domicilio más de la mitad de los días, mientras que un 6,1% lo hizo de manera ocasional.
Ciertamente, son cifras bastante inferiores a las del segundo trimestre de 2020 cuando, en plena pandemia de COVID19, el 16,2% de las personas ocupadas trabajaban desde su hogar más de la mitad de los días mientras el 2,9% lo hacía de forma ocasional. Pero se parecen mucho (incluso son ligeramente superiores) a las del tercer trimestre de 2022, cuando el 6,6% trabajaba desde casa más de la mitad de los días y el 5,4% de manera ocasional, y, por supuesto, son bastante más elevadas que las de 2019 (4,3% y 3,2% respectivamente).
Es decir, aunque el número de personas que trabajan desde su domicilio ha disminuido desde el pico que alcanzó al principio de la pandemia, desde hace unos trimestres permanece estable, lo que sugiere que, a pesar de que a los líderes empresariales les gustaría a ver a todos sus empleados de regreso a la oficina, el teletrabajo, sobre todo el teletrabajo parcial, se ha consolidado como una opción viable y deseada por un segmento nada despreciable de la fuerza laboral de nuestro país.
Hace unos días, la edición de 2023 de la Encuesta sobre Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) en los Hogares que elabora anualmente el Instituto Nacional de Estadística aportaba nuevos datos sobre esta modalidad laboral en España que confirman su estabilización.
Si entre 2021 y 2022 el porcentaje de personas ocupadas que declararon haber teletrabajado la semana anterior de ser entrevistadas para la encuesta descendió 3,6 puntos porcentuales (del 17,6% al 14,0%), entre 2022 y 2023, ese descenso ha sido de tan solo 0,2 puntos (del 14,0% al 13,8%).
También se estanca el porcentaje de personas ocupadas que, a pesar de que su trabajo les permitiría teletrabajar (total o parcialmente), no han teletrabajado, que se mantiene en el 18,9%.
Por grupos profesionales, quienes más teletrabajan son los “trabajadores TIC” (61,7%), seguidos a bastante distancia por los “técnicos y profesionales de nivel medio” (28,8%) y “profesionales científicos e intelectuales” (25,5%).
Los datos confirman que se imponen los modelos híbridos. En 2021, el 47,4% de los teletrabajadores trabajaban a distancia todos los días. En 2022 esa cifra se redujo hasta el 33,6% y en 2023 se ha quedado en el 31%. Asimismo, desciende el porcentaje de teletrabajadores que desarrollan su actividad laboral en remoto cuatro días por semana (del 8,4% en 2021 al 7,4% en 2023). En cambio, el porcentaje de teletrabajadores que trabajan en remoto tres días por semana aumenta del 9,4% en 2021 al 16,7% en 2023, mientras que la proporción de quienes teletrabajan dos días por semana sube del 13,4% en 2021 al 21,9% en 2023.
Otra cuestión interesante es cómo ha evolucionado el teletrabajo entre directores y gerentes entre 2021 y 2023. En 2021 teletrabajaba el 30,9%. Tras caer hasta el 21,3% en 2022, este año ha experimentado un ligero repunte hasta el 23,3%. Es decir, parece que el teletrabajo se estabiliza también entre los directivos.
En este sentido, sorprende cómo ha evolucionado en estos años la valoración promedio que los directores y gerentes que teletrabajan hacen de esta forma de trabajar, que ha pasado de un 7,7 en una escala del 0 al 10 en 2021 a un 8,5 en 2023. ¿Cómo encaja esto con el dato que señalábamos antes de que el 78% de los directivos visualizan un regreso total a las oficinas? Una hipótesis es que, al tratarse del grupo que tiene más libertad para decidir de qué forma trabajan, los directivos que todavía teletrabajan son los que están convencidos de las ventajas de esta fórmula. De hecho, el porcentaje de directivos que, a pesar de que su trabajo les permitiría teletrabajar (total o parcialmente), no han teletrabajado ha ido aumentando progresivamente del 22,4% en 2021 al 34,7% en 2022 y al 35,1% en 2023.
En cualquier caso, a pesar de que en nuestro país el teletrabajo nunca será un formato laboral mayoritario mientras la estructura sectorial de nuestra economía siga siendo la que es, todos estos datos parecen confirmar que el teletrabajo ha venido para quedarse.
De la misma manera que aquella aldea habitada por irreductibles galos de los cómics de Astérix resistía tenazmente frente al poderío romano, el teletrabajo mantiene su posición firme en el panorama laboral español. A pesar de las presiones para un retorno total a la oficina por parte de muchos directivos, un segmento significativo de la fuerza laboral ha encontrado en el teletrabajo no solo una solución de contingencia, sino un modo de vida laboral que equilibra productividad y bienestar personal, que bien podríamos entender como los dos ingredientes clave de la particular ‘poción mágica’ que da fuerza a estas personas para resistir al ‘invasor’.
La consolidación del teletrabajo en España es, además, testimonio de la capacidad de adaptación de los trabajadores y las organizaciones a nuevas formas de trabajo, y una señal de que las preferencias y expectativas laborales están evolucionando. En un mundo laboral en constante evolución, este enclave del teletrabajo se erige no solo como un símbolo de resistencia, como la aldea gala, sino, sobre todo, como un faro de adaptabilidad y progreso al que deberíamos prestar atención.