A finales del mes pasado el Instituto Nacional de Estadística hacía públicos los números del paro de 2015. Conocíamos así que en el último año el empleo en España creció en 525.100 personas –el mayor incremento anual desde 2006–, mientras que el número de desempleados cayó en 678.200. Una buena noticia sin duda.
Sin embargo esta misma semana la OCDE presentaba una nueva base de datos sobre calidad del empleo que constata la incómoda realidad que esconden los números anteriores: puede que en nuestro país se esté creando empleo, pero la calidad de este empleo deja mucho que desear.
Mediante esta base de datos es posible comparar cómo es la experiencia individual de las personas en su trabajo en distintos países respecto a tres grandes temas: la calidad de los ingresos, la estabilidad laboral, y la calidad del entorno de trabajo. Y lamentablemente en las tres categorías estamos en el furgón de cola.
En cuanto a la “calidad de los ingresos”, de los 33 países analizados España es el tercero, después de Grecia y Hungría, donde más creció la desigualdad de ingresos entre 2007 y 2013. Un fenómeno que ha llevado a que en España el colectivo de «trabajadores pobres» haya crecido entre 2000 y 2014 tres veces más que la media europea y ya represente el 22% de la fuerza de trabajo. Unos datos que, por otra parte, están en línea con los incluidos en el informe que presentó Oxfam en enero pasado en la reunión de Foro Económico Mundial de Davos, y donde España aparecía como la segunda nación, después de Chipre, donde más creció la desigualdad entre 2007 y 2014, y la segunda también, esta vez después de Estonia, donde más creció la distancia entre las rentas altas y las bajas en ese mismo período.
En el ámbito de la estabilidad en el empleo –aquí son datos de 2013– España es el segundo país después de Grecia donde los trabajadores se sienten más inseguros, por la mayor probabilidad de perder su empleo y, en caso de perderlo, por la mayor duración esperada de la situación de desempleo.
Finalmente, por lo que se refiere a la “calidad del entorno de trabajo”, de los 21 países europeos comparados aquí, en 2015 España fue, de nuevo, el segundo estado donde los trabajadores experimentaron una mayor tensión laboral (job strain) después de Grecia, entre otros motivos por el número de horas que trabajamos, la inflexibilidad de horarios, los riesgos laborales que sufren los trabajadores, la limitada autonomía que tienen para decidir o influir sobre sus métodos de trabajo, y las menores oportunidades de formación que los empleados encuentran en sus empresas.
Como para ponernos medallas…