Me pregunto por qué no solucionamos de una vez por todas el desfase que sufre nuestro país respecto a la hora solar. ¿Acaso es tan difícil?
Este desfase es una de las principales causas de los exóticos horarios de trabajo españoles y, como diferentes expertos se han encargado de demostrar, afecta negativamente a cuestiones como la productividad, la conciliación familiar, incluso a nuestra salud.
Geográficamente nos correspondería tener la misma hora que Gran Bretaña, ya que la mayor parte de nuestro territorio está situada en el huso horario que se extiende 7º30’ al Este y 7º30’ al Oeste del Meridiano de Greenwich. Sin embargo, desde 1942 tenemos la misma hora que países como Italia, Alemania o Polonia, situados mucho más al Este.
Se trata de un problema que, como podemos ver en el mapa, compartimos con nuestros vecinos andorranos y franceses. Aunque al estar nuestro país más al Oeste, nosotros notamos más sus consecuencias. Además, en nuestro caso, este desfase contribuye a perpetuar ciertos hábitos que venimos arrastrando desde los años 60, una época en que el pluriempleo se generalizó en España y los horarios laborales no es que fuesen los más racionales del mundo.
Ese desfase horario es el que provoca, por ejemplo, que en Galicia, donde es particularmente evidente, muchos trabajadores comiencen su jornada laboral y muchos niños empiecen las clases cuando todavía está amaneciendo, bastante antes de que su reloj biológico les diga que es hora de ponerse en marcha. O que lleguen las siete de la tarde y los lugares de trabajo sigan llenos …
También está el tema de los horarios de las comidas, algo que llama mucho la atención de los extranjeros que nos visitan. Por ejemplo, tenemos fama de desayunar muy poco, y es verdad, pero lo que sucede es que cuando nos levantamos es una hora menos de lo que dice el reloj, y a ver a quien le entra un desayuno fuerte tan temprano. Por este mismo motivo nadie debería extrañarse tampoco cuando luego llegan las diez de la mañana y los bares están a reventar de gente almorzando y las oficinas vacías. O cuando comemos a las dos o cenamos a las nueve. Y es que nuestros relojes deberían estar marcando una hora menos (dos menos en verano).
En todo caso, lo que realmente me intriga, si tantos argumentos hay y tanto se habla en los medios de la necesidad de recuperar la zona horaria que nos toca, es por qué no lo hacemos de una vez por todas.
Los políticos subscriben declaraciones sobre la «reforma horaria» y le dan vueltas y más vueltas a la conveniencia de regular los horarios de los comercios, cuando se sirven las comidas en los colegios, las jornadas de los funcionarios, o la programación de las televisiones, cuando un cambio de zona horaria sería algo muchísimo más fácil ya que requeriría un esfuerzo y una inversión mínima. Y además facilitaría que muchos de esos cambios de hábitos que tanto se desean sucedieran de un modo totalmente natural.
Ya lo dice el refrán: «no por mucho madrugar amanece más temprano».
¡¡Pues hagamos que amanezca más temprano!!
Ejemplos no faltan. El Reino Unido adelantó su hora durante la Segunda Guerra mundial, pero al terminar el conflicto volvió a la que le toca sin mayor problema. También nuestros vecinos portugueses, por distintos motivos, utilizaron la hora de Europa Central durante diferentes períodos en el S. XX para acabar volviendo a Greenwich. Y tampoco les costó nada…
Sinceramente no entiendo el porqué de tanta resistencia. Si alguien sabe cual es el motivo que por favor me lo explique.
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