En los últimos años se ha acentuado la terciarización de nuestra economía y de nuestro mercado de trabajo. Si en 1981 la industria y los servicios generaban respectivamente el 27% y el 45% del empleo en España, treinta años después representan un 14,1% y un 74,6% de la población ocupada. Es decir, hoy de cada cuatro personas que trabajan en España tres lo hacen en el sector servicios. La cuestión, por tanto, ya no es si queremos o no ser una economía de servicios -a estas alturas difícilmente vamos a ser otra cosa-, sino en qué tipo de servicios queremos competir y cómo vamos a hacerlo.
A veces me da la sensación de que de tanto mirarnos el ombligo hemos perdido de vista que hoy en día cada vez más servicios son digitalizables y han pasado a competir en un mercado global. Tampoco me parece que nuestros gobernantes tengan muy claro cuál sea el rumbo a seguir. Oyéndoles hablar a veces parece que tenemos que aspirar a convertirnos en la California de Europa, otras en Florida, otras en Massachusetts, y últimamente parece que Las Vegas también podría ser un modelo en el que inspirarnos. Digo yo que para empezar no estaría de más un poco más de coherencia. Al menos saldríamos de dudas sobre qué profesión tiene más futuro, si tecnólogo, científico, camarero, especialista en geriatría o croupier.
Imagen Michael Kappel bajo licencia Creative Commons