En un entorno que no nos da demasiadas alegrías puede ser que pronto asistamos a recortes generalizados en los planes de beneficios sociales que las empresas ofrecen a sus empleados, tal como sucedió en 2001. A modo de aperitivo, durante el año pasado el 11% de las mayores empresas americanas ya anunciaron recortes en sus planes de beneficios para directivos.
Siguiendo esta tendencia, Google, nominada durante años en diversos rankings como la mejor empresa donde trabajar, anunciaba hace pocas semanas un aumento significativo en el precio del servicio de guardería que ofrece a sus trabajadores. Donde pagaban 1.425 dólares al mes ahora tendrán que pagar 2.500 dólares. El objetivo de Google es ajustar el precio a un aumento en el coste del servicio y alinearlo con el porcentaje de subvención habitual en el mercado, pero el anuncio ha causado conmoción a propios y extraños. El New York Times no ha dudado en tildar de torpeza la decisión de los de Mountain View.
En este sentido, un reciente artículo en Knowledge@Wharton destaca que los beneficios sociales no suelen añadir gran cosa a la motivación de los empleados -especialmente si se trata de programas “café para todos”-, pero son una fuente de dolores de cabeza a la hora de administrarlos y, sobre todo, cuando se trata de dar marcha atrás.
Es por esto que cualquier empresa que se plantee implantar un programa de beneficios para sus trabajadores debería pensar muy bien qué es lo que pretende conseguir con esta medida, estudiar cuidadosamente su diseño y no dejar de valorar alternativas que le permitan alcanzar esos mismos objetivos por otros medios.
Imagen Lance-Nishihira bajo licencia Creative Commons