En el último número de O Economista, la revista del Colegio de Economistas de La Coruña aparece esta entrevista que me hicieron con ocasión de la publicación de mi último libro El arte de dirigir personas hoy. Reproduzco a continuación el texto íntegro:
¿Qué ha cambiado en la dirección de personas en los últimos diez años?
Lo cierto es que han cambiado menos cosas de las que deberían haber cambiado. El mundo se ha transformado, principalmente a causa de la revolución digital, y las empresas se esfuerzan para adaptarse a la realidad del nuevo entorno. Introducen cambios en sus procesos, en la forma en que se comunican con sus clientes, en sus modelos de negocio. Sin embargo, sus prácticas de gestión de personas evolucionan a un ritmo mucho más lento, y un gran número de empresas emplean fórmulas caducas para seleccionar, retribuir, o valorar el desempeño de sus colaboradores que de poco sirven en este nuevo escenario.
¿Hoy las personas son más o menos importantes que antes para una empresa?
Hoy muchas empresas pueden decir, y esta vez de verdad, aquello de que “las personas son su activo más valioso”. Ahora las ventajas competitivas duran menos. En un mundo en red todo se sabe y todo es más fácil de imitar. Todo salvo las personas y el complejo sistema que forman sus capacidades, sus comportamientos y las relaciones que mantienen con otros individuos dentro y fuera de la organización. Por eso hoy las empresas necesitan cuidar de manera especial su capital humano.
¿Cómo cambia la gestión de personas en un mundo hiperconectado?
Un mundo hiperconectado trae consigo nuevos desafíos. No es solo que hoy las empresas encuentren a sus candidatos en la red, que tengan acceso a más información de lo que sucede en su entorno, o que ahora sus empleados puedan comunicarse entre ellos de manera más fluida gracias a las nuevas plataformas de trabajo colaborativo. También nos encontramos que la imagen exterior de las empresas ya no es del dominio exclusivo de sus directivos y sus comerciales, sino que el comportamiento de cualquier empleado en las redes sociales puede tener consecuencias imprevisibles para la reputación de la compañía.
¿En qué medida es real la “guerra por el talento” de la que tanto se habla?
Es una realidad innegable. Hay muchas empresas que se las ven y se las desean para conseguir atraer el talento que necesitan. Pero este no es un fenómeno que afecte solo a profesiones emergentes o a otros perfiles que escasean debido a otros motivos. Las empresas se dan cuenta de que contar con los mejores hoy marca más la diferencia, y que la marca más cuanto más complejo es el trabajo, y luchan por conseguir a los mejores profesionales del mercado aunque se trate de ocupaciones maduras.
¿Cómo ha cambiado el prototipo de empleado ideal?
Las empresas hoy buscan otras cualidades en sus colaboradores. En el mundo industrial del que ve- nimos las compañías valoraban especialmente la maestría, la obediencia y la lealtad. Pero esto hoy no basta. Ni siquiera es lo más importante. En la economía de la creatividad y el conocimiento lo que marca la diferencia son otras características como la iniciativa, la creatividad o la inteligencia emocional, unas cualidades que tienen en común que son mucho más difíciles de gestionar que las que valorábamos antes.
¿Qué consejo le daría a un directivo que quiere dominar el arte de dirigir personas hoy?
El arte de dirigir personas hoy se asienta en tres pilares que los directivos necesitan trabajar. Primero, conocer el entorno. Entender qué es lo que está pasando ahí fuera. Estar al tanto de las tendencias emergentes en la tecnología, la economía, la sociedad, la política, y como esos cambios afectan al mundo de la empresa y a los mercados donde operan las compañías que dirigen. Segundo, conocerse bien a ellos mismos. Preocuparse de los ángulos muertos que pueden representar una amenaza, y para ello nada mejor que crear mecanismos para recoger feedback de las personas con que se relacionan. En tercer lugar trabajar la adaptabilidad. Mantener la mente abierta, cuestionarse el statu quo, aprender cosas nuevas para evitar quedarse atrás.
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