Microsoft nos sorprendía ayer a todos con el anuncio de que a partir de Julio de 2008 Bill Gates, uno de sus fundadores, abandonará todas sus funciones ejecutivas en Microsoft Corp. para dedicar más tiempo a la Fundación Bill & Melinda Gates, centrada en proyectos relacionados con la salud y la educación. La empresa anunció un período de transición de dos años durante el cual Gates hará un traspaso escalonado de sus funciones ejecutivas. A partir de julio de 2008 Gates sólo conservará el puesto de Presidente del Consejo de Administración (“Chairman”), si bien continuará actuando como asesor en proyectos clave de desarrollo.
La nota de prensa se ha aprovechado para anunciar las primeras decisiones dentro de ese proceso de transición. De forma inmediata Gates, hasta el momento Chief Software Architect de Microsoft, cederá esta responsabilidad a Ray Ozzie, hasta la fecha Chief Technical Officer de la empresa, mientras que Craig Mundi es ascendido a Chief Research and Strategy Officer y comenzará a trabajar con Gates para asumir sus responsabilidades en materia de investigación y política tecnológica. Ambos continuarán reportando a Gates hasta que en algún momento, todavía por determinar, pasarán a reportarle directamente a Steve Ballmer, CEO de Microsoft.
El alejamiento de Gates de la gestión diaria de la empresa no será una cuestión de dos años. El anuncio de ayer no es sino la continuación de un proceso que ya comenzó en el año 2000, año en que Bill Gates puso en marcha su fundación, y cuándo Steve Ballmer asumió la posición de CEO, que hasta entonces Bill había compatibilizado con su rol de Chairman. Posteriormente, en septiembre de 2005, la compañía pasó a organizarse en torno a tres divisiones, presididas por ejecutivos con amplios poderes para tomar decisiones estratégicas y de desarrollo de producto, y ese mismo año Kevin Turner fue nombrado Chief Operating Officer (COO).
Esta noticia nos hace reflexionar sobre lo delicada y relevante que es la cuestión de la sucesión del más alto ejecutivo de una empresa, especialmente cuando, como en este caso, se trata, además, del fundador de la misma. Es en este tipo de situaciones cuándo las empresas punteras evidencian por qué lo son y sus líderes tienen ocasión de demostrar su grandeza. Más allá de las explicaciones oficiales, o de su interés personal por dedicarse a su fundación, Bill Gates ha tenido la valentía de admitir que el mundo de hoy en día poco tiene que ver con el de 1975, cuando junto con Paul Allen fundó la compañía. Las reglas del juego han cambiado y Gates ha sido capaz de entender que ha llegado la hora de dejar paso a una nueva generación de líderes. Una decisión de la que muchos deberían aprender.