Tradicionalmente las empresas han organizado sus recursos o bien en función de un único criterio -como puede ser productos, marcas, mercados, funciones o procesos-, o bien en base a una combinación de dos o más de estos criterios, dando origen a las que conocemos como organizaciones matriciales. En cualquier caso, a la hora de valorar las diferentes alternativas posibles, las empresas suelen elegir aquel criterio que mejor asegura la eficiencia de sus operaciones actuales, ignorando que ese modelo organizativo, en principio más eficiente, podría estar creando barreras a la innovación, a la adaptabilidad de la empresa al entorno y, en último término, a su crecimiento futuro.
En esta línea, Alfons Cornella escribe en Infonomía sobre la conveniencia -en el contexto de la sociedad de la información y del conocimiento- de cuestionarnos los criterios organizativos tradicionales y definir la organización de la empresa en función de lo que el autor denomina sus “activos de conocimiento”. Esto significa pasar de organizar los recursos de la empresa en función de lo que la empresa “hace” a organizarlos en función de lo que esta “sabe hacer”. Supone también entender la estructura organizativa de la empresa –su organigrama- como un instrumento para el aprovechamiento del conocimiento que posee la organización.
No puedo coincidir más. Los modelos organizativos tradicionales, basados en lo que la empresa es hoy, suelen, a la larga, limitar su planteamiento competitivo. En numerosas ocasiones las empresas se encuentran encorsetadas para ir más allá de los mercados o productos en los que compiten, con lo que su actividad se reduce a intentar ganar –o no perder- cuota de mercado en lo que, en muchas ocasiones, acaba siendo un juego de suma cero. Por el contrario, el propósito de una organización «del conocimiento», diseñada en función de lo que la empresa sabe hacer, es explotar los conocimientos diferenciales que posee para aplicarlos en la satisfacción de distintas necesidades del mercado.
Ejemplo de de este modelo es una empresa de componentes aeronáuticos que ha entrado en el mercado de implantes odontológicos de precisión, o IKEA, que con Boklok ha entrado en el mercado de viviendas prefabricadas aprovechando su habilidad para integrar a los fabricantes en el desarrollo de sus productos y su imagen de diseño asequible. Un proyecto para el que, por cierto, han captado el conocimiento del que carecían –el inmobiliario- a través de una joint-venture con Skanska.
Imagen Troels Myrup bajo licencia Creative Commons