David me envía desde Chicago un artículo firmado por Ignacio Álvarez de Mon, sobre innovación en las empresas, publicado en el número de noviembre de 2006 de la Harvard Deusto Business Review.
El autor explica que, para ser innovadora, una empresa necesita tener empleados innovadores. ¿Cómo son estas personas? Álvarez de Mon dice que se les reconoce porque comparten una serie de valores. A saber: singularidad, apertura mental, flexibilidad, motivación, osadía, perseverancia, acción, aprendizaje permanente y optimismo.
Sin embargo, tener empleados innovadores no basta. El contexto organizativo puede favorecer o, por el contrario, aplastar el potencial innovador de esos individuos. Si una empresa dice estar comprometida con la innovación, esto debería reflejarse en todas las dimensiones de su organización.
El problema es que, a pesar de que vivimos en un mundo en cambio constante, en el que cada vez es más cierto aquello de renovarse o morir, el entorno de trabajo, los estilos de dirección, las estructuras organizativas, el diseño de procesos de toma de decisiones, etc. no siempre son los idóneos para favorecer el genio creativo de los individuos. Y de ahí la falta de innovación.
Por tanto, entendamos que las declaraciones de intenciones no sirven de nada si en el día a día las estructuras, los procesos, los sistemas y -sobre todo- el comportamiento de sus líderes no invitan a los empleados a creer que lo que hoy es imposible mañana puede dejar de serlo.
Imagen Enero Astigarraga bajo licencia Creative Commons