Leía este fin de semana en El País una entrevista con Frank-Jürgen Richter, fundador de Horasis, una consultora que asesora a sus clientes sobre cuestiones relacionadas con globalización, riesgo sistémico y negocios con Asia. Richter confirma lo que ya se ha convertido en un lugar común: que la entrada de empresas chinas en los mercados europeos se va a multiplicar en los próximos años.
En realidad es un fenómeno que se inició hace tiempo y que no ha dejado de acelerarse, aunque debido al discreto «modus operandi» de las empresas asiáticas, la mayoría de las adquisiciones que llevan a cabo no salen en los periódicos. Hasta el momento, y salvo excepciones como pueda ser el caso de Lenovo, han ido tomando posiciones en empresas pequeñas y medianas, en sectores fragmentados, pero no sería de extrañar que pronto les viésemos irrumpiendo con fuerza en sectores como la banca, la automoción, la energía o las telecomunicaciones.
Detrás de la capacidad compradora de las empresas chinas está la liquidez generada como resultado del proceso de deslocalización de la industria occidental, pero también la facilidad de conseguir dinero barato del Estado. Cada vez será más frecuente encontrar a los chinos detrás de hedge funds, que serán los encargados de hacer el «trabajo sucio» y restructurar las empresas antes de vendérselas. Del mismo modo, cada vez serán más habituales las operaciones en las que las empresas asiáticas se limitarán a comprar una marca o, como mucho, una red de distribución, especialmente en aquellos sectores en los que los europeos dejamos de ser competitivos hace ya unos cuantos años.
Imagen John Pasden bajo licencia Creative Commons