Al menos eso es lo que parecen pensar algunas empresas que vetan a sus empleados el acceso a redes sociales en horas de trabajo, o algunos padres a los que todavía les parece contraproducente que sus hijos tengan una Wii o naveguen por la red.
Hace unos días Enrique Dans comentaba en su blog un reciente estudio de la universidad de Melbourne que concluye que dedicar hasta un 20% del tiempo de trabajo a usar internet para fines particulares supone mejoras de la productividad de hasta el 9%.
No es de extrañar. Al fin y al cabo los expertos en salud laboral siempre han dicho que durante el trabajo es bueno hacer pequeñas pausas para desconectar, estirarse, mirar por la ventana… El problema es que hay empresas que todavía no se han dado cuenta de que internet es para muchos -en especial para las nuevas generaciones- su ventana al mundo, y todos sabemos cuanto más a gusto se trabaja en una oficina con «luz natural» que en una sin ella.
No tener acceso a internet supone, cada vez más, estar aislado del mundo, de tu mundo; es como si te obligaran a desconectar el móvil o te impidiesen recibir llamadas personales. Sin embargo, muchas empresas desconfían de la red. Que sus trabajadores pierdan el tiempo tomando café, charlando en el pasillo o yendo al baño es una cosa, pero la posibilidad de que naveguen por internet es como mentar a la bicha.
Otro tema relacionado con el anterior es el uso de los móviles en los colegios. Lo que nos llega a través de los medios suelen ser referencias negativas: videos de palizas o lo mal que escriben nuestros jóvenes por culpa de los SMS. Pero el móvil también puede tener una utilidad académica, y en Reino Unido hay un debate desde hace algún tiempo sobre este tema.
En este sentido, esta mañana leía en La Voz de Galicia una noticia que cuenta el caso de un instituto de Florida donde no sólo se permite tener los móviles encendidos, sino que los profesores piden a los alumnos que los utilicen para buscar información, hacer fotos o videos para trabajos de clase, realizar cálculos o tomar notas.
«En el instituto reconocen que algunos chicos aprovechan la situación para hacer otro uso, esta vez privado, del teléfono, pero aún así a los profesores les compensa. Fue el mismo director del colegio, Ray Bonti, el que pidió a los maestros que animaran a sus alumnos a usar sus móviles. La experiencia contenta a todos. A los chicos porque les permite usar para sus actividades lectivas un dispositivo que forma parte de su vida, y a los profesores porque, según ha declarado el instituto, no solo cuentan con una herramienta educativa más, sino que ya no tienen que batallar con sus estudiantes para que apaguen los teléfonos…»
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