El psicólogo Robert Zajonc, fallecido el año pasado, demostró hace un tiempo que las parejas se parecen más entre sí tras años de convivencia feliz. En el mundo laboral pasa algo similar. Vemos personas que cambian su forma de vestir, gestos, expresiones, tomando como modelo a su jefe. Puede que sea consecuencia de un proceso mimético inconsciente, un acto de «peloteo», o resultado de una estrategia deliberada para transmitir al resto de la organización o al mercado un mensaje de «los dos estamos en la misma onda». En algunos casos es el jefe el que, desde el principio, busca rodearse de colaboradores que se parecen a él, pero en muchos otros casos son los colaboradores quienes experimentan profundas metamorfosis hasta alcanzar ese parecido.
Por ejemplo, la forma de vestir de los ejecutivos de una empresa transmite una determinada imagen de compañía. Si los directivos visten de manera similar el mercado puede entender que son una piña, y eso, en principio parece que es bueno. Sin embargo, hay que andarse con ojo ya que demasiada uniformidad también puede ser un síntoma de autocomplacencia, o de una falta de diversidad de opiniones, discrepancia y debate, que puede llevar a esos directivos a caer tanto en soluciones excesivamente continuistas como en otras de alto riesgo.
A las pruebas me remito: