Si el teletrabajo tres días a la semana se convirtiese en una práctica generalizada las economías avanzadas podrían ahorrar la friolera de medio millón de barriles de petróleo al día. Lo dice la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en su recién publicado Plan de 10 puntos para reducir el consumo de petróleo .
En su Oil Market Report (OMR) del mes de marzo, probablemente una de las fuentes de datos, previsiones y análisis más autorizadas sobre el mercado mundial del petróleo, la AIE daba la voz de alarma. La agencia anunciaba que, como consecuencia de la desaceleración del crecimiento económico mundial que se puede derivar de las sanciones internacionales a Rusia por su invasión de Ucrania, revisaba a la baja su pronóstico para la demanda mundial de petróleo en 1,3 millones de barriles al día para lo que queda de 2022. En el mismo informe, la AIE advertía que, desde el lado de la oferta, las interrupciones a gran escala en la producción de petróleo en Rusia “amenazan con crear un shock en el suministro global de petróleo” que solo Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos pueden compensar.
Ante semejante panorama, la AIE recomienda en este nuevo documento que los gobiernos y ciudadanos de las economías avanzadas adopten acciones decididas para reducir de manera rápida la demanda de petróleo y, en consecuencia, el riesgo de una gran escasez de suministro. Estos esfuerzos, además, aliviarán las tensiones inflacionistas, reducirán los ingresos de Rusia por la venta de hidrocarburos y contribuirán a dirigir la demanda de petróleo hacia una senda más sostenible.
En concreto, la Agencia Internacional de la Energía propone 10 líneas de actuación capaces en conjunto de reducir la demanda de petróleo de las economías avanzadas en 2,7 millones de barriles por día en un horizonte de cuatro meses, una cantidad equivalente a la demanda de petróleo de todos los automóviles de China. Puesto que la mayor parte de la demanda de petróleo proviene del transporte, el plan de la AIE se centra en este tema, incluyendo medidas ya probadas en un número importante de países y ciudades. Entre estas medidas se encuentran la reducción de los límites de velocidad en las autopistas, limitar el acceso de los automóviles a los centros de las ciudades, disminuir el precio del transporte público, fomentar los viajes compartidos, dar preferencia al tren de alta velocidad frente al avión, evitar los viajes de negocios cuando existan alternativas como las reuniones virtuales, e impulsar el vehículo eléctrico.
Aunque de los diez puntos del plan el que me resulta más sugerente es la propuesta de teletrabajar como mínimo tres días por semana cuando esta fórmula sea posible. Y me llama la atención por dos motivos. Por una parte, porque de las diez acciones propuestas en el plan, el teletrabajo tres días por semana es la medida que la AIE estima que puede producir un mayor descenso en la demanda de petróleo. Ni más ni menos que medio millón de barriles diarios. Por otra parte, por lo mucho que esta medida contrasta con la vuelta a la presencialidad que observo en la mayoría de las empresas con las que me relaciono, cuyas políticas de trabajo híbrido, en muchos casos, han acabado siendo bastante más conservadoras de lo que anticipaban a mediados de 2020.
Respecto a los ahorros, los números están ahí. Antes de la pandemia, el uso de vehículos privados para ir al trabajo en las economías avanzadas era responsable del consumo de alrededor de 2,7 millones de barriles de petróleo al día. Pero ahora también sabemos que alrededor de un tercio de los trabajos en las economías avanzadas se pueden realizar desde el domicilio, lo que sin duda supone una enorme oportunidad de reducir la demanda de petróleo de manera significativa. Y esto a pesar de que, tal como reconoce la AIE en su plan, el impacto de trabajar desde casa en el consumo de petróleo varía ampliamente según la región, las distancias entre el domicilio de los trabajadores y sus centros de trabajo, y el consumo promedio de combustible de los automóviles. Por ejemplo, en los Estados Unidos el viaje promedio al trabajo en automóvil es de alrededor de 18 kilómetros, mientras que en Europa el trayecto medio es de unos 15 kilómetros. Otra diferencia importante es que un coche nuevo en Estados Unidos consume alrededor de un 40% más de combustible que uno vendido en Europa. Los ahorros también varían con el clima y la época del año. A medida que el clima se vuelve más cálido, los sistemas de aire acondicionado aumentan el consumo de combustible. Por este motivo trabajar desde casa tiende a ahorrar más petróleo en climas cálidos y durante los meses de verano.
El otro motivo por que me llama la atención esta propuesta de la AIE es porque contrasta con lo rápido que ha descendido el teletrabajo en nuestro país en los últimos meses, con la excepción del ligero repunte que experimentó con la llegada de la variante Ómicron a finales del pasado año. Un descenso que se ha producido a pesar de que la gran mayoría de las personas que han probado el teletrabajo valora esta experiencia de forma positiva y les gustaría continuar haciéndolo varios días por semana, y a pesar de que ahora a los trabajadores ir a la oficina les sale bastante más caro que antes de la pandemia.
Unas políticas de vuelta a la presencialidad que muchas empresas decretan amparándose en supuestos descensos de la productividad, colaboración o compromiso de sus trabajadores pero que, con frecuencia, no son sino una nueva expresión de ese ‘café para todos’ al que muchas compañías siguen siendo aficionadas, o, en realidad, responden a carencias de sus líderes o de sus sistemas de organización del trabajo, más que del propio teletrabajo.
Me pregunto qué sucederá ahora. Durante la pandemia muchos países establecieron el teletrabajo obligatorio en todas aquellas actividades donde era posible. ¿Volverán los gobiernos a decretar medidas similares a aquellas o esta vez se dejará al criterio de las empresas? Puede que en esta ocasión la salud de los ciudadanos no esté directamente amenazada, pero medio millón de barriles de petróleo al día es mucho petróleo y los valores en juego (democracia, bienestar, sostenibilidad) no son menores. Veremos en qué queda la cosa.
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Imagen Jernej Furman bajo licencia Creative Commons.