…antes de que sea demasiado tarde.
Muchas personas se sienten perjudicadas por el statu quo y enfadadas hasta el punto de que cuatro de cada 10 (53% en la franja de edad entre 18 y 34 años) aprueban el uso de un “activismo hostil” como un medio para provocar cambios. En concreto, el 27% justifica los ataques personales online, el 25% la difusión de desinformación y el 23% amenazar con acciones violentas o provocar daños en propiedades públicas o privadas.
Como llevan haciendo desde 2000, esta semana Edelman ha publicado los resultados de su “barómetro de la confianza”, y el anterior hallazgo es, con diferencia, lo que más me ha llamado la atención de la edición de este año. En mi humilde opinión deberíamos verlo como una seria señal de alarma de hacia donde nos está llevando la grave crisis de confianza en las instituciones de la que llevan advirtiéndonos estos informes durante los últimos años.
Un problema que, además, afecta particularmente a la parte del mundo donde nos ha tocado vivir. En países como China o India siete de cada diez ciudadanos piensan que la siguiente generación vivirá mejor de lo que viven ellos. Sin embargo, en la mayoría de países desarrollados los ciudadanos optimistas no superan el 25%.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Por un lado, a nivel global, seis de cada diez se siente perjudicados por las acciones de las empresas y los gobiernos. En particular, opinan que el sistema favorece a los más ricos, facilitando que estos acumulen cada vez más riqueza.
Por otro lado, siete de cada diez cree que los líderes de gobiernos y empresas y los periodistas tratan deliberadamente de engañar a la gente diciendo cosas que son falsas o “grandes exageraciones”.
Y a esto debemos sumar que los encuestados hoy sienten más miedo de perder sus trabajos a consecuencia de riesgos como la amenaza de una recesión (63%), conflictos comerciales internacionales (62%), la automatización (58%) o la falta de formación (58%).
Además, en España deberíamos prestar especial atención a los problemas que se pueden derivar de esta crisis de confianza, ya que no salimos demasiado bien en la foto. Por ejemplo, somos el país donde un porcentaje mayor de ciudadanos (72%) dice sentirse agraviado por las acciones o inacciones de las empresas, los gobiernos y los ricos. También somos el país donde más ha crecido (de un 55% a un 70%) la proporción de encuestados que dicen sentirse preocupados por la posibilidad de sufrir prejuicios, discriminación o racismo, uno de los tres países (junto con Tailandia e India) donde hay una mayor preocupación por la credibilidad de las fuentes de noticias, y uno de los dos países (junto con Japón) donde menos ciudadanos confían en sus gobernantes.
La confianza es el lubricante social por excelencia. Todas las instituciones deberían tenerlo en cuenta y trabajar para reconstruir la confianza perdida, porque nos jugamos mucho.
Y en el fondo no es tan difícil. Sobre todo es cuestión de voluntad. Los propios encuestados tienen claro qué necesitan hacer las instituciones para recuperar su confianza. ¿Los gobiernos? Pueden recuperar legitimidad si se preocupan de entender lo que las personas necesitan y quieren y de tener un impacto positivo en sus vidas. ¿Los medios de comunicación? Es cuestión de que se dediquen a informar al público en lugar de apoyar una determinada ideología y que se preocupen más de explicar a las personas lo que necesitan saber que de intentar conseguir una gran audiencia. ¿Las empresas? Lo que esperan los ciudadanos es que creen empleos con buenos salarios, formen a sus trabajadores para mantener su competitividad, y que se impliquen más en temas de impacto social. En este sentido es tremendamente significativo que ocho de cada 10 encuestados coincidan en que para asegurar un mejor futuro los empleadores deberían facilitar en sus organizaciones conversaciones civilizadas sobre temas polémicos.
Así que, ¿a qué esperamos?
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Foto de Joshua Hoehne en Unsplash