En el marco de la feria Personal España Madrid y con la moderación de Eugenio de Andrés, Pedro Rojas, José Miguel Bolivar y un servidor compartimos ayer mesa redonda sobre «Recursos Humanos 2.0».
Resultó una animada conversación entre amigos en la que empezamos hablando de por qué los directivos, y en particular los directores de RR.HH., no están más presentes en las redes sociales, así como del desconocimiento que existe entre ese colectivo acerca de las implicaciones que tiene (y más que tendrá) el fenómeno 2.0 en las organizaciones y su entorno. También comentamos las importantes barreras culturales que en muchos casos es necesario superar para llegar a aprovechar todo el potencial de esos medios, especialmente cuando se parte de culturas organizativas basadas en el control, la presencia y la desconfianza, más frecuentes de lo que a muchos nos gustaría. Y también hablamos del miedo, el miedo a meter la pata que tienen esos directivos -que tiene sentido teniendo en cuenta el efecto amplificador de la Red-, pero también de su miedo a que se filtren los secretos más íntimos de la empresa, o a que, a través de esas redes, un empleado cualquiera tenga ahora la capacidad de iniciar debates incómodos que pongan en solfa el status quo en que esos directivos se encuentran instalados.
Hablamos también de lo que se están perdiendo esas organizaciones que todavía no han dado el paso: el potencial que ofrecen esas herramientas en materia de reclutamiento y selección, pero también plataformas que pueden facilitar la difusión de información, la colaboración, el aprendizaje, la producción de nuevo conocimiento, o la captura de conocimiento tácito que de otro modo podría perderse. Igualmente comentamos el poco sentido que tiene prohibir el uso de las redes sociales en los centros de trabajo. Una decisión que, si responde a un motivo de confidencialidad, es como intentar ponerle puertas al campo en un mundo donde la proporción de accesos a la Red desde dispositivos móviles y el número de hogares con acceso a internet crece imparable. Mientras que si es por un motivo de productividad, ignora que el tiempo que pierden los empleados en las redes generalmente no es un problema en sí mismo, sino síntoma de otro que muy probablemente tenga que ver con la forma en que se organiza el trabajo, se gestiona el desempeño, o se ejercita el liderazgo en la empresa, más que con que en la organización se permita o no el acceso a redes sociales en «horas de trabajo». Por esta razón, más que prohibir el acceso a las redes las empresas deberían preocuparse de formar a sus empleados y directivos en el uso de esas herramientas y en las pautas de comportamiento que es aconsejable respetar en esos medios. Sin embargo, de nuevo, aquí nos traicionan nuestros paradigmas y nuestros miedos. Esa incomodidad que nos provoca la transparencia que conlleva el mundo 2.0, o el temor a perder el control y el poder -que para muchos todavía es directamente proporcional a la cantidad de información que uno posee en exclusiva-.
En definitiva, una rica charla que fue retransmitida parcialmente vía Twitter y que, si os interesa, podéis recuperar a través del hashtag #personalespaña .
Fue un placer. Lo pasamos fenomenal pensando y compartiendo sobre un tema tan apasionante como la aplicación de la web 2.0 a los Departamentos de RRHH.
Un abrazo