Vivimos en un mundo hiperconectado y saturado de información, que no conoce fronteras, en el que surgen nuevas pautas de comportamiento social, mientras que en el ámbito de la empresa aparecen nuevos modelos de negocio y nuevas estructuras más ligeras, abiertas y flexibles, pero también más efímeras.
Al mismo tiempo, el mercado de trabajo se vuelve más transparente, más simétrico, y se libera de las limitaciones espacio-temporales a las que tradicionalmente ha estado sometido.
Sin embargo, a pesar de todo, muchos jefes siguen aferrados a unas prácticas de dirección de personas que entran en contradicción con esa nueva realidad. ¿Por qué sucede esto?
A esta pregunta es a la que trato de dar respuesta en el artículo que he escrito para el número de enero de la revista Nuevas Tendencias.
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