Ayer leía en Fast Company una entrevista con Brian Walker, CEO de Herman Miller, la empresa que está detrás de algunos iconos del diseño de muebles de oficina, como las célebres sillas Aeron. En la entrevista, Walker explica una interesante historia sobre el fundador de la empresa, D.J. De Pree.
Resulta que uno de los montadores de su fábrica falleció, y De Pree fue al velatorio. Allí se encontró a la viuda leyendo un bonito poema. Cuando acabó, De Pree le dijo que le había encantado, y le preguntó por el autor. La mujer le explicó que el poema lo había escrito su marido, el montador fallecido.
Esta situación hizo reflexionar a De Pree sobre lo a menudo que las empresas pierden de vista gran parte del potencial de sus empleados, y los beneficios que podría obtener una compañía si fuese capaz identificar y aprovechar esos talentos ocultos.
Se cuenta que Henry Ford solía decir: «traedme vuestras manos y podéis dejar todo lo demás en casa». En cambio, De Pree, conmovido por lo que descubrió en el velatorio del montador, empezó a fomentar que los empleados pudiesen encontrar hueco en su trabajo para pasiones y capacidades hasta entonces ocultas.
Desde entonces la empresa se ha esforzado en aprovechar al máximo el potencial de las personas que trabajan para ella. El resultado: una empresa con una tasa de rotación del 3,5% y una antigüedad promedio de 14 años de servicio, pero sin embargo inquieta, innovadora, y preocupada por reinventarse constantemente a sí misma.
Imagen Fabio Barbato bajo licencia Creative Commons
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Saludos, AR