El viernes asistí en IESE a una conferencia de Muhammad Yunus. Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998 y Premio Nobel de la Paz en 2006, este economista bengalí es conocido por ser el impulsor de un sistema de microcréditos que ha transformado la vida de millones de personas en todo el mundo. Yunus, que ha creado ya más de 40 empresas sociales, pero de las que no posee ni una sola acción, nos explicó el proceso que siguió para poner en marcha el Grameen Bank, probablemente su proyecto más emblemático.
Yunus detectó que una de las principales causas de la pobreza es que el sistema financiero excluye a una inmensa proporción de la población mundial. Para resolver este problema decidió fundar un banco diferente que hiciese justo lo contrario de lo que hacía la banca tradicional. Si ésta buscaba clientes ricos, ellos hicieron todo lo posible por asegurarse que sus clientes eran los más pobres de cada aldea. Si prefería trabajar con hombres, ellos se dedicaron a dar préstamos a mujeres. Si sus procesos estaban cargados de burocracia y contratos con letra pequeña, ellos optaron por eliminar el papeleo.
Y por lo que se ve no les ha ido mal. Hoy en día el Grameen Bank presta más de 1.000 millones de dólares al año. Sólo en Bangladesh tiene 8 millones de clientes, de los cuales el 97% son mujeres. Incluso ha comenzado su expansión internacional. Desafiando a quienes opinaban que su modelo sólo tendría éxito en países pobres, ha abierto sucursales en Nueva York. Tiene oficinas en Queens, Brooklyn, y ahora va a abrir otra en Harlem. El modelo es el mismo y los resultados similares: un 99,3% de sus clientes devuelven puntualmente sus préstamos.
Yunus aprovechó para explicarnos otros proyectos que ha llevado a cabo. Entre otros, como para luchar contra la ceguera nocturna provocada por una carencia de vitamina A emprendió una campaña orientada a promover el consumo de vegetales entre la población de su país, y como la idea de vender pequeñas bolsas de semillas, a un precio de un centavo cada una, le ha llevado a convertirse en el principal comercializador de semillas del país y a prácticamente erradicar el problema de la ceguera nocturna.
También nos contó como obtuvo una licencia de operador de telefonía móvil y el modelo de negocio que desarrolló a partir de esta concesión, consistente en conceder préstamos a las mujeres pobres de cada aldea para que se compraran un móvil y pudiesen cobrar a sus vecinos por hacer llamadas. Hoy ya hay más de 400.000 de estas «telephone ladies» en Bangladesh y la empresa se ha convertido en el primer operador de telefonía del país.
O como, con la colaboración de la Caledonian University, ha puesto en marcha una escuela de enfermería en la que se gradúan 1.000 enfermeras al año, y con la que quiere corregir el desequilibrio que existe en el mercado de trabajo sanitario de Bangladesh, donde sólo hay una enfermera por cada tres médicos.
En definitiva, lo que busca Yunus es resolver los problemas de la sociedad a través de los negocios. Y no se trata de caridad, sino de involucrarse directamente en la solución de los problemas del mundo mediante modelos de negocio que creen riqueza de forma sostenible.
La idea sin duda es atractiva, y algunas grandes corporaciones ya han llamado a la puerta de Yunus para montar negocios sociales. Sirvan como ejemplos las empresas que Grameen ha creado con Danone, para fabricar yogures que ayuden a combatir problemas de desnutrición, con Veolia, para mejorar la calidad de las aguas que beben los habitantes de las aldeas, con Adidas, para fabricar calzado a un precio asequible, o con BSF, para fabricar mosquiteras.
Es la prueba de que otra forma de hacer empresa es posible. Esperemos que cada vez más se suban al carro.
Imagen University of Slaford bajo licencia Creative Commons