Ya comentamos que el Banco Mundial publica periódicamente una serie de indicadores que comparan la facilidad para hacer negocios en diferentes países del mundo. En concreto, hablamos de lo mal parado que sale nuestro país por lo que se refiere al tiempo necesario para constituir y registrar una nueva sociedad mercantil. Es ahora el turno de comentar otra cuestión -en mi opinión mucho más preocupante- como es la rigidez de nuestro mercado de trabajo. Duele comprobar que, en esta materia, España ocupa nada más y nada menos que el puesto 162 entre los 175 países objeto de estudio.
El índice sobre rigidez del mercado de empleo (“rigidity of employment index”) que elabora cada año el Banco Mundial es un indicador compuesto de otros tres: uno que analiza la dificultad para contratar nuevo personal, otro que mide las barreras a la flexibilidad horaria y otro que evalúa lo complicado que es despedir a un trabajador cuando, por motivos organizativos, técnicos o de producción, es necesario.
El primero de los tres indicadores estudia las limitaciones en el uso de contratos temporales, así como la relación entre el salario mínimo y el valor añadido promedio de cada trabajador. En esta categoría España ocupa el puesto 167 -los octavos por la cola-.
En el segundo, que valora aspectos tales como las restricciones al trabajo nocturno o en fin de semana, la flexibilidad de la jornada semanal o el número de días de vacaciones pagadas al año, ocupamos el puesto 148 de la clasificación.
Finalmente, el último de los indicadores, que se refiere a la regulación del despido, tiene en cuenta las causas de despido permitidas legalmente, la necesidad de notificar u obtener la autorización de un ente externo para poder extinguir contratos, o los criterios que hay que seguir para decidir las personas afectadas. Si bien en esta materia obtenemos un resultado un poquito mejor, un puesto 141 sigue sin ser algo de lo que estar orgullosos.
Es cierto que los que hemos estado en contacto directo con el mercado de empleo de otros países podríamos discutir algunas de estas puntuaciones. En cualquier caso, lo que resulta innegable es que nuestro mercado de empleo es muy rígido, una circunstancia que, sin duda, merma nuestra competitividad en un mundo globalizado.
Imagen Janet Lindenmuth bajo licencia Creative Commons