El pasado 24 de enero, la revista Iberia Universal – probablemente lo único que puedes conseguir gratis a bordo de un avión de Iberia si viajas en turista- publicaba un artículo bajo el título «Las universidades pierden una media de 27.500 alumnos por año».
Aunque el titular puede sonar alarmista, pienso que responde a un ajuste «sano» entre oferta y demanda en el mercado de empleo. En mi modesta opinión se trata, ni más ni menos que la respuesta «natural» del mercado de trabajo a un exceso de titulados universitarios que no es capaz de absorber.
A partir de los años setenta, con el desarrollo y consolidación de la clase media en nuestro país, muchas familias pudieron hacer realidad el sueño de «dar una carrera» a sus hijos, convencidas de que esto les aseguraría el futuro. A esto se añadió más tarde el efecto del «baby boom«. En consecuencia, desde los años ochenta, un gran número de licenciados ha acabado desempeñando puestos para los que están cualificados en exceso mientras las empresas se las ven y se las desean para encontrar, por ejemplo, matriceros, encofradores, o soldadores de aluminio.
De todas formas, lo que más me inquieta es otro dato que aparece en este mismo artículo. Parece ser que en las pruebas de acceso a la universidad la proporción total de aprobados ha crecido de forma sostenida desde 2002 (78,5%) hasta 2006 (82,7%) ¿Será que las nuevas generaciones vienen mejor preparadas o es que estamos bajando el listón de una forma irresponsable?
Imagen Rubén Rodríguez bajo licencia Creative Commons