Mi nuevo libro La resiliencia de las organizaciones, que llega esta semana a las librerías, trata de una cualidad esencial para la supervivencia de empresas e instituciones en un entorno de disrupción constante: su resiliencia. Una palabra cuya utilización ha crecido de manera significativa en la última década hasta volverse de uso común. No tenemos más que mirar cómo se han disparado las búsquedas de este término en Google en este tiempo. Incluso llegó a ser candidata para palabra del año en 2020. Reflejo de ese interés son también las numerosas investigaciones que se han llevado a cabo sobre el tema en el ámbito académico en los últimos años, o los estándares en materia de resiliencia organizativa elaborados por diferentes instituciones de normalización que las empresas pueden incorporar en sus modelos de gestión, como el estándar BS 65000, publicado en 2014 por la British Standards Institution (BSI), o el estándar ISO 22316, inspirado en el anterior, publicado en 2017 por la Organización Internacional de Normalización (ISO).
Este interés creciente por la resiliencia es más que una moda.
Pero este interés creciente por la resiliencia es más que una moda, por mucho que a veces lo parezca. Si nos ajustamos a la definición del término «resiliencia» que encontramos en el diccionario de la Real Academia Española, la resiliencia de las organizaciones sería «la capacidad (de una organización) para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometida». Con lo que si ahora las empresas están sometidas con más frecuencia a perturbaciones inesperadas de diversa índole, parece lógico que muestren un mayor interés por una capacidad de la que debería depender más su supervivencia…
Prueba de estos mayores riesgos a que hoy en día se enfrentan las empresas es el hecho de que estas mueren cada vez más jóvenes. En 2016 Martin Reeves, Simon Levin y Daichi Ueda analizaron la longevidad de más de 30.000 empresas en Estados Unidos durante un período de 50 años y descubrieron que las empresas morían más rápido. Las empresas cotizadas tenían en ese momento una posibilidad entre tres de salir del mercado en los siguientes cinco años, una probabilidad seis veces mayor que la que tenían hacía 40 años. Este aumento de su mortalidad, además, era independiente de su tamaño, el sector de actividad o, tal como evidenciaba un estudio realizado por el Santa Fe Institute en aquellas mismas fechas, los años que llevasen funcionado.
Seis años más tarde, en gran medida debido al impacto de la pandemia de COVID-19, esta tendencia es todavía más evidente. El último informe de longevidad corporativa de Innosight (2021) muestra como la remodelación de industrias enteras y la aceleración de ciertas tendencias a raíz de la crisis están creando ganadores y perdedores, de manera que el tiempo de permanencia promedio de una empresa en la lista S&P 500, que a finales de los años 70 estaba entre 30 y 35 años, previsiblemente se situará entre 15 y 20 años al final de esta década.
Una disminución de la esperanza de vida de las empresas que tiene que ver tanto con lo más fácil que resulta poner en marcha proyectos empresariales como con la mayor intensidad y frecuencia de los cambios que experimenta el entorno, pero que también está relacionada con lo que hacen (o lo que no hacen) las empresas para trabajar su resiliencia, qué decisiones toman y, sobre todo, cómo las ejecutan.
El historiador británico Arnold Toynbee decía que una de las grandes diferencias entre los organismos vivos y las sociedades es que estas no tienen una esperanza de vida determinada por la naturaleza, por lo que no mueren de viejas o por causas naturales, sino «por suicidio o asesinato, y casi siempre por suicidio». Algo parecido se puede decir de las organizaciones, solo que entre las causas de su muerte podríamos añadir, junto el asesinato y el suicidio, la probabilidad cada vez mayor que tienen de sufrir «un accidente» desafortunado.
Y para esto es para lo que me gustaría que sirviese mi libro La resiliencia de las organizaciones: para prevenir «accidentes» y «suicidios. En particular, me gustaría que ayudase a las personas que lideran o participan en proyectos orientados a aumentar la capacidad de sus organizaciones de responder y adaptarse a los cambios del entorno a hacerse preguntas y también a provocar en sus organizaciones conversaciones que les ayuden a encontrar su propia fórmula, única e irrepetible, para la resiliencia. Aunque también es un libro aconsejable para cualquier stakeholder de una organización a quien le preocupe su supervivencia…
Mi libro La resiliencia de las organizaciones ya está disponible tanto en formato papel como en formato electrónico en la web de la editorial Libros de Cabecera, a la que podéis acceder desde este enlace, desde donde. además, os podéis descargar gratis la introducción.
También os animo a que sigáis la cuenta del libro en Instagram, desde la que iremos informando de las presentaciones y otras iniciativas que llevaremos a cabo en distintas ciudades.
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Imagen Ed Dunens bajo licencia Creative Commons
Es muy interesante el artículo y les quiero dejar una ampliación con tema similar que nos puede ayudar también.
https://www.cuniasociados.com/liderazgo-okr-efecto-organizaciones-agiles/