Artículo originalmente publicado en el número de mayo de 2023 de la revista Capital Humano
Si recuerdas, el anterior artículo de esta serie, donde cada seis meses comparto una selección de noticias y acontecimientos que considero relevantes para los profesionales de la gestión de personas, lo centré en el mundo de la tecnología. La cantidad de noticias relacionadas con este campo resultaba abrumadora, y esto me llevó a escribir un monográfico al tema. Quién iba a decir que a finales de 2022 la denominada “inteligencia artificial generativa” irrumpiría en el mercado con la fuerza que lo ha hecho, desencadenando una encarnizada batalla de consecuencias todavía difíciles de anticipar entre Microsoft y Google, y abriendo un intenso debate sobre las posibles derivadas de la llegada de esta nueva tecnología para el mundo de la empresa, el empleo, y la sociedad en general. Así que aquí estamos, de nuevo, hablando de tecnología.
La revolución de la IA generativa
Hagamos un poco de memoria. En diciembre, ChatGPT, el modelo de inteligencia artificial desarrollado y entrenado por OpenAI para mantener conversaciones naturales y fluidas con humanos, nos dejó a muchos boquiabiertos. Pero este fue solo el comienzo. Pronto descubrimos que esta tecnología ya se estaba utilizando en diversos lugares con resultados asombrosos. Por ejemplo, Koko, una plataforma sin ánimo de lucro que conecta a personas que ofrecen y solicitan servicios de salud mental en línea, empleaba GPT-3 para sugerir a los proveedores de esos servicios respuestas a las preguntas que les plantean los usuarios. Y resulta que sus usuarios valoraban mejor las respuestas basadas en las propuestas de IA que aquellas sin intervención tecnológica. Otro caso que llamó nuestra atención fue DoNotPay, una plataforma en línea que comenzó ayudando a sus usuarios a recurrir multas de estacionamiento, que ahora ofrece una amplia gama de servicios legales. Su fundador, Joshua Browder, ofreció un millón de dólares al primer abogado dispuesto a comparecer ante el Tribunal Supremo de Estados Unidos siguiendo las instrucciones de la IA a través de auriculares, pero retiró la oferta cuando el colegio de abogados amenazó con demandarlo.
No obstante, los acontecimientos más destacables en este campo en estos meses han sido dos movimientos estratégicos llevados a cabo por Microsoft, la empresa que, en el momento de escribir estas líneas, lidera la carrera por el mercado de la inteligencia artificial generativa. Por un lado, la integración de la tecnología GPT (específicamente la nueva versión GPT-4) con su buscador Bing, lo que transforma radicalmente la experiencia de búsqueda en comparación con Google. Por otro lado, el lanzamiento de Microsoft 365 Copilot, una herramienta de inteligencia artificial que combina modelos avanzados de lenguaje, datos de Microsoft Graph y aplicaciones de Microsoft 365 para generar propuestas para los usuarios de Word, Excel, PowerPoint, Outlook y Teams, que luego estos pueden editar e iterar, ahorrando tiempo valioso. Estos dos movimientos han desatado una competición entre Microsoft y Google para liderar la innovación en este campo de consecuencias difíciles de prever, pero que muy probablemente acelerará la adopción y el impacto de estas tecnologías en una amplia gama de industrias y ocupaciones.
En este sentido, un estudio conjunto de OpenAI y la Universidad de Pensilvania sobre las posibles implicaciones de los modelos Generative Pre-trained Transformer (GPT) en el mercado laboral de los Estados Unidos arroja conclusiones que no deberíamos pasar por alto. Los hallazgos indican que aproximadamente el 80% de la fuerza laboral de ese país podría verse afectada en al menos el 10% de sus tareas laborales por la introducción de los GPT, mientras que alrededor del 19% de los trabajadores podría experimentar el impacto en al menos el 50% de sus tareas. Además, los autores del estudio anticipan que, aunque la influencia de esta tecnología en el trabajo se extiende a todos los niveles salariales, los empleos con mayores ingresos podrían ser los más expuestos a estos cambios, lo cual es una novedad. Finalmente, y esto es lo más importante, llegan a la conclusión de que los GPT exhiben características de tecnologías de propósito general, como anteriormente han sido la electricidad, el teléfono o internet, por lo que estos modelos podrían tener notables implicaciones económicas, sociales y políticas.
Un enorme desafío ante el cual nos pareció preocupante la noticia que recibíamos en marzo de que Microsoft había despedido a todo su equipo de “ética y sociedad”, un pequeño grupo que contaba con apenas siete miembros después de una reorganización en octubre y que trabajaba en la identificación de riesgos asociados a la integración de la tecnología de OpenAI en la suite de productos de Microsoft. Ante esta medida, algunos empleados expresaban su preocupación por el compromiso de la empresa con la incorporación de los principios éticos en sus productos de IA y, a pesar de que la compañía aún cuenta con una “Oficina de IA Responsable”, sugerían que esta decisión podría estar relacionada con la presión para lanzar al mercado los últimos modelos de OpenAI lo antes posible.
Expertos y gobiernos piden prudencia
Las respuestas frente a esta alocada carrera por el dominio del mercado de la IA generativa no se han hecho esperar. En marzo, Elon Musk (que, por cierto, también es cofundador de OpenAI) junto con un grupo de expertos en inteligencia artificial pedían en una carta abierta una pausa en el desarrollo de sistemas de IA que puedan superar a GPT-4, el modelo de lenguaje de última generación desarrollado por OpenAI. La preocupación detrás de esta solicitud radicaba en las posibles consecuencias negativas y los riesgos de seguridad asociados con la creación de sistemas de IA más avanzados y autónomos, que algunos ya denominan «mentes digitales gigantes». Musk y los expertos advertían en su carta que, aunque las aplicaciones de IA como GPT-4 tienen un enorme potencial para el progreso y la innovación, también plantean preocupaciones éticas, de privacidad y de seguridad. Los sistemas de IA de última generación pueden generar contenido realista y coherente, lo que aumenta el riesgo de desinformación y manipulación. Además, la capacidad de estos sistemas para tomar decisiones de manera autónoma podría conducir a problemas imprevistos y consecuencias no deseadas. Ante estos riesgos, ese grupo de expertos hacía un llamamiento a una moratoria en el desarrollo de sistemas de IA más avanzados que GPT-4 para permitir que se establezcan pautas y regulaciones más sólidas en torno a su uso y seguridad. Esta pausa permitiría a los investigadores, desarrolladores y legisladores analizar los riesgos y beneficios de la IA avanzada y garantizar que su implementación futura se realice de manera responsable y segura.
El caso es que, hasta ahora, ninguna de las empresas implicadas en esta carrera ha recogido el guante que ha lanzado este grupo de expertos, pero algunos gobiernos sí han reaccionado. Quizá la reacción más sonada haya sido en Italia, donde, a final de marzo, la Autoridad de Protección de Datos (Garante per la protezione dei dati personali) bloqueaba el acceso al modelo de lenguaje ChatGPT en el país. El regulador italiano argumentaba que ChatGPT podría estar utilizando y almacenando datos personales de los usuarios sin su consentimiento explícito, lo cual va en contra de las normas de privacidad establecidas por el Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea (GDPR). También criticaba la falta de transparencia en la recopilación de datos y la ausencia de información a los usuarios afectados. Además, consideraba que no existe justificación legal para el procesamiento masivo de datos personales con el fin de «entrenar» los algoritmos de la plataforma. Asimismo, el regulador italiano subrayaba la inexistencia de un mecanismo de verificación de edad, lo que deja a los menores expuestos a contenidos inapropiados para su edad y conocimiento. En su resolución, la Autoridad de Protección de Datos de Italia solicitaba a OpenAI que aborde estas preocupaciones y garantice que su modelo de lenguaje cumple con las regulaciones de privacidad como condición para restablecer el acceso a ChatGPT en el país…
Ahora veremos si la decisión del gobierno italiano provoca un efecto contagio. Por el momento, ha captado la atención de las autoridades de otros países europeos. Francia e Irlanda ya han solicitado información adicional a las autoridades italianas sobre la situación, Alemania podría seguir el ejemplo de Italia y en España la Agencia de Protección de Datos (AEPD) ya ha presentado una solicitud ante el Comité de Protección de Datos de la Unión Europea en la que plantea la necesidad de evaluar el impacto que ChatGPT puede tener en la protección de datos personales.
Ante estas reacciones, OpenAI, con sede en Estados Unidos, ha respondido con un artículo en su blog en el que afirma que, aunque algunos de sus datos de entrenamiento incluyen información personal, su objetivo es que los modelos aprendan sobre el mundo, no sobre individuos, y se compromete a eliminar información personal del conjunto de datos de entrenamiento siempre que sea posible (sic).
Veremos cómo evolucionan los acontecimientos. Por el momento, tanto la advertencia de Elon Musk y los expertos en IA como el bloqueo de ChatGPT en Italia reflejan la necesidad de un enfoque más cauteloso y consciente en el desarrollo y uso de la inteligencia artificial avanzada, y de que la comunidad científica, las empresas y los usuarios se unan para abordar los desafíos éticos, de seguridad y privacidad asociados con la IA y garantizar que esta tecnología se desarrolle de manera responsable y sostenible.
Continúan los despidos en el sector tecnológico
Pero la eclosión de la inteligencia artificial generativa y la carrera entre Google y Microsoft por el dominio de este mercado emergente no es el único acontecimiento que destacar en el mundo de la tecnología en estos meses.
Por ejemplo, los despidos colectivos se han convertido en algo habitual en un sector en el que hasta hace unos pocos meses parecía que el empleo nunca iba a dejar de crecer. Casi todas las grandes empresas de tecnología han anunciado restructuraciones, y en el último año y medio cerca de 300.000 trabajadores del sector han sido despedidos. El argumento más comúnmente utilizado en los comunicados oficiales de las empresas es que durante la pandemia contrataron a demasiados trabajadores (sic).
Un caso del que se ha hablado mucho es el de Twitter. El dos de noviembre, tan solo tres días después de que Elon Musk entrase en la sede de la empresa con un lavabo en las manos y se autoproclamase ‘Chief Twit’ de la red social, se hacían públicos sus planes de despedir a 3.700 trabajadores, casi la mitad de los 7.500 empleados que en ese momento tenía la empresa. Dos días más tarde, los empleados empezaban a recibir correos electrónicos informándoles si habían perdido sus trabajos. A esta ola de despidos siguieron las renuncias de varios altos directivos de la empresa. Esos días también se filtraba que, aunque Twitter no había emitido ningún anuncio oficial, había rescindido los contratos de hasta el 80% de los freelancers y contratistas que trabajaban para la empresa. El siguiente hito fue el correo electrónico que Elon Musk enviaba el 16 de noviembre a todo el personal de Twitter, en el que les decía que o se comprometían con una cultura “incondicional” de trabajar “largas horas a alta intensidad” o que abandonaran la empresa. Una semana después, la noche antes del Día de Acción de Gracias, algunos ingenieros recibían un correo electrónico informándoles que la empresa les despedía porque “su código no era satisfactorio”, mientras otros recibían “advertencias de desempeño” en las que se les pedía que “restaurasen la confianza de la empresa y “demostrasen sus contribuciones al equipo”. Y la cosa no se ha quedado ahí. Las últimas informaciones a las que hemos tenido acceso indican que hoy la plantilla de Twitter no llega a 2.000 personas, es decir, menos de un tercio de su tamaño original.
Afortunadamente, no todas las empresas tecnológicas que han despedido a parte de su plantilla en los últimos meses han utilizado las mismas formas. Un caso que contrasta con el de Twitter es el de Stripe, una plataforma de pagos por internet. El 3 de noviembre, su CEO, Patrick Collison, enviaba un correo electrónico a todos los empleados de esta empresa comunicándoles una reducción del 14 % de la plantilla (un total de 1.000 personas). El CEO de la compañía pedía disculpas a todos los afectados y asumía la responsabilidad de la decisión. A continuación, explicaba el contexto que los había llevado a esta situación: por un lado, el crecimiento del negocio en internet no se había producido al ritmo que ellos esperaban. Por otro lado, el contexto económico como consecuencia de la inflación, los tipos de interés más altos, los presupuestos de inversión reducidos y una financiación inicial escasa hacían que se enfrentaran a un escenario muy diferente a partir de ese momento. Así que, para seguir siendo rentables, se veían obligados a reducir costes. El mensaje, además, explicaba las consecuencias de estas salidas y los cambios que iban a realizar en la compañía para las personas que continuarán: “Durante el resto de la semana nos centraremos en ayudar a las personas que se van de Stripe. La próxima semana nos reiniciaremos, recalibraremos y seguiremos adelante”, decía Collison en su comunicado.
Meta es otra de las grandes compañías tecnológicas que estos meses han anunciado despidos. En este caso supondrán la eliminación de unos 10.000 puestos de trabajo. Sin embargo, en relación con esta empresa nos quedamos con unas declaraciones de su CEO, Mark Zuckerberg, afirmando que los empleados que trabajan en persona son más productivos que los que trabajan desde casa. Basaba su argumento en varios análisis internos de productividad que sugieren que los trabajadores presenciales rinden más y mejor, especialmente aquellos que se encuentran en los primeros años de su carrera. Estas declaraciones son noticia no por su originalidad, sino porque van en contra de lo que Zuckerberg había expresado en el pasado, cuando dijo que Facebook se convertiría en la compañía más avanzada en trabajo remoto de su tamaño y permitió a sus trabajadores solicitar el teletrabajo a tiempo completo, a diferencia de las políticas de vuelta a la oficina o de trabajo híbrido que defendían los CEO de otros gigantes digitales. Un cambio de opinión que, además, contrasta con la decidida apuesta estratégica de la compañía por el metaverso, un mundo virtual que, entre otras cosas, se ha promocionado como «el lugar de trabajo del futuro», y que llevó a la empresa a cambiar su nombre por el de Meta a finales de 2021.
Y, por supuesto, tampoco podemos olvidarnos de Amazon, que en marzo comunicaba su decisión de eliminar 9.000 empleos, que se suman a los 18.000 despidos que ya había anunciado en enero.
Es inevitable preguntarnos qué será ahora de estos miles de trabajadores del sector tecnológico que se están quedando sin empleo. ¿Sucederá, tal como anticipa Sam Altman, cofundador de OpenAI, que la llegada de la IA generativa hará que a medio y largo plazo se necesiten más programadores? ¿O nos enfrentaremos a la paradoja de que un gran número de estas personas, que se dedicaban a trabajos que hasta ahora considerábamos “del futuro», necesitarán reciclarse profesionalmente para acceder a ocupaciones que muchos llevamos tiempo percibiendo como «trabajos del pasado» pero que ahora resulta que corren menos riesgo de ser automatizadas?
En esta línea, da mucho que pensar que durante 2022 Kodak no haya parado de contratar talento a un ritmo acelerado para hacer frente al aumento en la demanda de películas de 35 mm que ha explotado en muchos mercados a consecuencia del interés que las nuevas generaciones muestran por todo lo relacionado con la tecnología y la estética retro: desde ropa de segunda mano y programas de televisión de la vieja escuela hasta cámaras de cine, pasando por el resurgir del vinilo. Cuando Kodak se declaró en quiebra por 6.750 millones de dólares en enero de 2012, se citó su falta de agilidad para adoptar la cámara digital como una de las razones por las que la empresa había fracasado, a pesar de ser una de las primeras pioneras en la fotografía digital. Diez años más tarde, el vicepresidente de películas industriales y productos químicos de Eastman Kodak Company, Nagraj Bokinkere, reconoce que a la empresa le resulta muy difícil seguir el ritmo con el que está creciendo el interés de los consumidores por la película de 35 mm. En concreto, en su área de acabado de películas el año pasado pasaron de trabajar un solo turno a hacerlo en tres turnos, cinco días por semana, y ahora ya se han convertido en una operación 24/7.
En todo caso, será el tiempo quien diga cómo termina esta historia.
***
Imagen Scouse Smurf bajo licencia Creative Commons