En el día a día de las empresas una gran parte del trabajo sale adelante gracias a las relaciones informales que se establecen entre los miembros de la organización. De hecho hay evidencias de que esas redes relacionales de carácter informal representan como se trabaja en la organización con más exactitud que lo que indica su estructura formal.
Esos vínculos sociales conforman redes que facilitan la transmisión de información, la generación de nuevas ideas, el intercambio de favores, la coordinación de acciones, o la formación de consensos. Además, son una importante fuente de flexibilidad para la empresa, ya que permiten un mejor aprovechamiento de las capacidades de sus miembros y de ellas depende, en gran medida, el desarrollo de la inteligencia colectiva del grupo.
Existe abundante literatura sobre como esas estructuras sociales ejercen una influencia significativa sobre la generación de iniciativas estratégicas, el desarrollo de nuevas capacidades o incluso la predisposición de los miembros de la organización a adoptar nuevas tecnologías. También hay estudios sobre como las redes sociales de los mandos intermedios influyen sobre su desempeño y su capacidad de innovación. Igualmente, se ha comprobado que esas relaciones informales constituyen “anclajes” para los empleados, cuya lealtad y compromiso suelen ser más sólidos respecto a algunos de sus colegas que respecto a la organización como tal.
Aunque si hay una cuestión por la que esas redes de relaciones son particularmente relevantes en un escenario complejo e imprevisible como el actual es por la influencia que esas redes ejercen sobre las interpretaciones que hacen las personas de los cambios que a diario experimentan la organización y su entorno. Cuando se enfrentan a un cambio, las personas buscan un sentido a las discrepancias que aprecian entre sus expectativas y la realidad que experimentan, y para ello observan el comportamiento de otras personas y comparten esas experiencias. Es así como los individuos encuentran un sentido a esa situación, para después actuar de acuerdo a sus conclusiones.
A los dirigentes de muchas empresas les gustaría controlar ese proceso de búsqueda y construcción de significado, pero eso es simplemente imposible, y más en un escenario donde la comunicación entre los miembros de la organización es más ágil e intensa que nunca. Por eso deberían orientar sus intervenciones no tanto a dirigir y controlar, como a facilitar que los individuos desarrollen interpretaciones alineadas a través de esas redes.
El problema es que los dirigentes empresariales rara vez conocen en detalle cómo son esas interacciones sociales de naturaleza informal de las que proceden la mayoría de esas interpretaciones, así que no las suelen tener en cuenta cuando toman sus decisiones. Por este motivo se producen consecuencias indeseadas cada vez que una de esas decisiones afecta inadvertidamente a esas redes relacionales, rompiendo canales de comunicación, vínculos de confianza, o dificultando el establecimiento de nuevos lazos interpersonales.
Este inconveniente podría salvarse si las empresas recurriesen a un enfoque metodológico empleado desde hace varias décadas en ámbitos académicos para estudiar como las relaciones que existen entre los miembros de un grupo social influyen en su comportamiento, pero apenas utilizado en el marco de la gestión empresarial: el análisis de redes sociales (“Social Network Analysis”). Las buenas noticias son que gracias a la progresiva digitalización del mundo del trabajo y nuevos instrumentos para la recogida de datos sociométricos hoy es más fácil que nunca capturar y explotar esa información.
Mediante esta técnica es posible visualizar esas estructuras relacionales de carácter informal y analizar en qué medida ciertas características de esas redes, y la posición que los distintos individuos ocupan en ellas, influyen en sus interpretaciones y, por tanto, en su comportamiento. Su uso permitiría entender mejor por qué sucede lo que sucede en las organizaciones, con lo que las intervenciones de sus líderes orientadas a influir sobre el comportamiento de sus miembros podrían ser más precisas y eficaces. Además, puede servir para identificar quienes son los verdaderos líderes de opinión en la empresa, con independencia de cuál sea el lugar que ocupe cada persona en el organigrama.
Ahora bien, para que un análisis de redes sociales dé sus mejores frutos es importante observar una serie de precauciones. En concreto, uno de los obstáculos a que habitualmente se enfrentan las empresas que deciden llevar a cabo una intervención de esta naturaleza es la desconfianza de las personas cuyas relaciones van a ser objeto de estudio. Un análisis de redes sociales supone sacar a la luz aspectos hasta entonces ocultos de las relaciones que existen entre los miembros de la organización, y puede dejar en evidencia una realidad incómoda para más de uno, empezando por los propios directivos de la compañía.
Imagen Georgie Pauwels bajo licencia Creative Commons