Hace unos días Rosa Carvajal, de La Razón, me entrevistó sobre las tendencias emergentes en el campo de la organización de empresas. Hoy aparece publicado el resultado de aquella conversación en este reportaje titulado «Adiós a las 40 horas semanales en la oficina».
Dentro del mismo reportaje aparece un breve artículo mío titulado «Nuevos modelos organizativos: más que una moda», cuyo texto reproduzco a continuación:
«Estamos ante una tormenta perfecta. Una explosión de innovación sin precedentes hace que la vida de tecnologías, productos y modelos de negocio se acorte, al tiempo que los mercados se globalizan y el centro de gravedad de la economía mundial se desplaza imparable hacia el Sur y hacia el Este. Un escenario volátil, incierto, complejo y ambiguo, donde para tener éxito a largo plazo las empresas deben explorar e interpretar continuamente su entorno, reconfigurar con rapidez sus estructuras y procesos ante oportunidades y amenazas, captar e integrar nuevos recursos y aprender tanto de sus éxitos como de sus fracasos.
Cada día más directivos toman conciencia de ello y de que ya no pueden tener todo bajo control ni soluciones para todos los problemas que se les presentan. Esto les lleva a adoptar nuevos modelos organizativos que facilitan que sus empleados colaboren entre sí y pongan en su trabajo toda su iniciativa, su creatividad y su pasión. Representan una nueva generación de empresas que se distinguen por fórmulas flexibles de organización del trabajo, estructuras abiertas al talento que hay más allá de sus límites formales, y unas culturas y estilos de liderazgo que las diferencia en el mercado de empleo.
Pero también hay empresas que aspiran a convertirse en “organizaciones ágiles” que emprenden ese camino sin reflexionar sobre el porqué de su decisión ni sobre la importancia de que los cambios que introduzcan formen un todo coherente con las prioridades del negocio y con sus demás prácticas de liderazgo y gestión de personas. En consecuencia, importan soluciones que pueden funcionar en otras compañías, pero que en un contexto organizativo diferente dejan de servir, o incluso dan lugar a disonancias que absorben la atención de las personas de la empresa hasta tal punto que, en ocasiones, decisiones que se toman para conseguir una organización más ágil acaban teniendo justo el efecto contrario.»