El último número de Strategy + Business incluye un artículo de Paul Leinwand y Cesare Mainardi titulado Beyond Functions. Los autores argumentan que las estructuras organizativas tradicionales basadas en funciones –IT, Compras, Finanzas, RRHH, etc.- lo tienen complicado para dar una respuesta eficaz a los desafíos a que se enfrentan las empresas hoy en día. Según ellos una alternativa podría ser evolucionar hacia estructuras basadas en un criterio distinto: las capacidades que hacen diferente a cada empresa.
En la mayoría de organizaciones una gran parte del trabajo está estructurado en torno a funciones. Un modelo que apenas ha variado en los últimos treinta años, por mucho que durante ese mismo periodo el mundo haya cambiado radicalmente y las unidades de negocio de esas empresas se hayan reconfigurado innumerables veces para responder a los desafíos de unos mercados más dinámicos y competitivos.
Las empresas son conscientes de que en un entorno volátil, incierto y complejo necesitan diferenciarse a través de capacidades organizativas únicas que les den ventaja frente a sus competidores: innovación, distribución, agilidad, experiencia de clientes, etc. Cada una necesita encontrar su propio camino.
Pero esto no se consigue simplemente cambiando el contenido de las unidades de negocio, o centralizando ciertas decisiones para luego volver a descentralizarlas. Para desarrollar esas capacidades -que podríamos comparar al ADN de la organización- se requiere un nivel de integración y de colaboración entre funciones todavía poco común en nuestras empresas, y que en ocasiones choca con la tendencia de las funciones a buscar la excelencia dentro de su “parcela”(aun cuando esa excelencia no sea lo que el negocio más necesita en ese momento), o con actitudes defensivas como las que describe José Miguel Bolivar en un reciente post.
Como respuesta a esas limitaciones de la organización funcional clásica, hay empresas donde surgen equipos de trabajo multidisciplinares, más o menos permanentes, enfocados en el desarrollo de alguna de esas capacidades estratégicas –por ejemplo, equipos de Innovación- y que constituyen lo que los autores consideran el embrión de una nueva generación de estructuras en las cuales el criterio principal de organización del trabajo serán esas capacidades en lugar de las funciones tradicionales.
Dudo que las funciones acaben desapareciendo de la faz de nuestras organizaciones, al menos a corto plazo, pero estoy con Leinwand y Mainardi en que más pronto que tarde empezarán a perder peso en favor de estas nuevas realidades organizativas centradas en el desarrollo de capacidades estratégicas. Al fin y al cabo es de esas capacidades y no de la “excelencia” funcional de lo que depende la competitividad y, en último término, la supervivencia de la empresa.
Pensando en la función de Recursos Humanos puedo imaginar que, así como hoy en día es habitual encontrarnos en los organigramas con la figura del “HR Business Partner”- un profesional de RR.HH. que presta servicio a una determinada unidad de negocio, pero que no deja de ser una especie de «implant» de Recursos Humanos en esa unidad -; pronto será común que profesionales de la función se integren en equipos orientados a desarrollar capacidades estratégicas como, por ejemplo, esos equipos de innovación que antes he mencionado, aunque esta vez de una manera más profunda, hasta el punto de perder su identidad funcional.
Previsiblemente esos equipos enfocados en el desarrollo de las capacidades estratégicas de la empresa irán adquiriendo un protagonismo creciente en su estructura formal al tiempo que los departamentos funcionales tradicionales adelgazan para convertirse en pequeñas unidades de especialistas, o desaparecen de los organigramas para transformarse en algo parecido a lo que hoy conocemos como comunidades de práctica. Pero también es posible imaginar un escenario donde las empresas, sobre todo las más pequeñas, centren sus recursos y energías en el desarrollo de sus capacidades estratégicas y el “expertise” funcional lo subcontraten a firmas especializadas. Como dice el refrán: «zapatero a tus zapatos».
Imagen astrid westvang bajo licencia Creative Commons