Este es el titular que aparece en la portada del último número de la revista Wired. Se refiere al fenómeno de la transparencia radical («radical transparency»), o como las empresas más inteligentes se han lanzado a compartir información con sus competidores, hablan en sus blogs sobre nuevos productos todavía en fase de desarrollo o incluso admiten públicamente sus fallos.
Es una de las seis tendencias que, en opinión de esta revista, marcarán el mundo de los negocios en los próximos meses. Y no es algo reservado a startups gestionadas por excéntricos visionarios. Grandes mastodontes con fama de herméticos también se apuntan al carro.
Clive Thompson explica en un muy recomendable artículo cómo este fenómeno es consecuencia del nuevo orden que trae consigo la evolución de internet, la llamada web 2.0. Hoy todo acaba saliendo a la luz: una entrada en un blog, un vídeo en YouTube, o un SMS, y esto supone un cambio radical de las reglas que gobiernan las relaciones entre empresa, empleados, clientes, proveedores y comunidad, y cómo se gestiona la información. Guardar secretos deja de tener sentido. El proceso de creación de nuevos productos ya no sucede a puerta cerrada. Ahora se lanzan ideas a la web y se construye a partir de la respuesta recibida.
Además, la mayor transparencia del sistema no quiere decir que tengamos que preocuparnos más para que no se conozcan nuestros secretos. Al contrario, precisamente invita a ser más transparentes, a ser parte del juego. Si se habla mal de nosotros, ya no podemos confiar en que podremos retirar las informaciones que no nos gustan a través de una campaña de relaciones públicas. Hoy sólo podemos luchar siendo transparentes, como si fuera una llave de judo, aprovechando en nuestro beneficio la fuerza de nuestros rivales. De ahí que los fondos de capital riesgo aprecien que los CEO’s de las empresas en que invierten sean blogueros activos. En la era de las emociones las empresas quieren gustar, quieren que los consumidores, los empleados, los proveedores se «enrollen» con ellas. Y para eso se quitan la «ropa». Que la gente se de cuenta de que son «normales». Porque si le gustas a la gente –y esto incluye clientes, empleados y proveedores–, la gente te ayudará, y esto es algo que tiene muy claro el ejecutivo de la nueva era, el llamado «CEO 2.0», una evolución lógica de los estilos de gestión en un mundo en el que Google se ha convertido en mucho más que un motor de búsqueda y donde, como dice Thompson, aunque no nos hayamos dado cuenta, resulta que ya estamos todos desnudos.