Las comidas y cenas con familiares, amigos y colegas son frecuentes en España en estas fechas festivas. Dos alimentos habituales en esas celebraciones gastronómicas son el vino y el pescado o el marisco. Sin embargo, el calentamiento global puede cambiar esto en el futuro, como mínimo el origen de estos productos y la forma en que llegan a nuestras mesas. A medida que el planeta se calienta, los sectores vinícola y pesquero se enfrentan a importantes desafíos de los que depende su futuro, y también el futuro del trabajo de las personas que se dedican a la elaboración y suministro de estos productos. Para entender la magnitud de este reto recordemos que en 2020 las industrias del vino y la pesca en España generaron, entre empleos directos e indirectos, más de 400.000 y 180.000 puestos de trabajo respectivamente.
Comenzaremos con un poco de vino.
El aumento de las temperaturas y, en general, los cambios en los patrones climáticos están afectando a las regiones vinícolas. Algunas áreas se están volviendo demasiado calurosas para ciertas variedades de uva, mientras que otras experimentan sequías o precipitaciones extremas. Estos cambios pueden dar lugar a uvas de baja calidad y menores rendimientos, y afectar la producción y la disponibilidad de algunos vinos.
Por ejemplo, en La Rioja, la región con la denominación de origen más antigua de España y una reputación de calidad y prestigio, la industria del vino está en riesgo debido al cambio climático. Las temperaturas más altas conducen a un aumento en el contenido de alcohol y una disminución de la acidez en las uvas, por lo que los productores con frecuencia necesitan adelantar el momento de la vendimia. Aunque algunas olas de calor estresan las vides hasta el punto de que las hojas e incluso los racimos se secan. Además, esas temperaturas más elevadas están favoreciendo la aparición en la zona de nuevas plagas propias de latitudes más meridionales, como los mosquitos verdes y ciertas variedades de arañas.
En este sentido, un estudio publicado en 2020 por la Universidad de Alcalá de Henares evaluó el impacto que tendría un aumento de dos grados centígrados en las principales regiones vitivinícolas del mundo. El estudio concluía que, si nada cambia, podría perderse hasta el 56% de la superficie actualmente dedicada al cultivo de uvas. Un porcentaje que se elevaría hasta el 65% en España.
¿Qué podemos hacer frente a semejante amenaza?
El estudio de la Universidad de Alcalá plantea que el cultivo de una diversidad de variedades podría reducir a la mitad las pérdidas potenciales de las regiones vitivinícolas en un escenario de calentamiento de 2°C y en un tercio si el calentamiento alcanza los 4°C. En esta línea, los científicos dicen que la capacidad adaptativa de ciertos tipos locales de uvas, como la Garnacha y la Monastrell, podría ser la clave para amortiguar los efectos del calentamiento global en el vino producido en España.
Otra alternativa es trasladar los viñedos a altitudes más altas. Por ejemplo, las bodegas Familia Torres han trasladado parte de sus viñedos al Pirineo catalán para compensar el aumento de las temperaturas y mantener la calidad de sus vinos. Mientras que Bodegas Bal Minuta, la bodega con “las viñas más altas de la Península Ibérica”, cultiva uva a 1.300 metros sobre el nivel del mar en los Pirineos aragoneses.
Claro que España no es el único país productor de vino que sufre los efectos del calentamiento global. Encontramos el mismo fenómeno en países como Chile, donde la Patagonia se está convirtiendo en una prometedora área vinícola como consecuencia de que un número creciente de viticultores chilenos está trasladando sus viñedos en busca de climas más frescos, en este caso hacia el sur.
No obstante, el cambio más notable es cómo el calentamiento climático está favoreciendo la aparición de una industria del vino en países que tradicionalmente no han producido esta bebida. Un ejemplo es el Reino Unido. Según un estudio de la Universidad de East Anglia, el aumento de la temperatura en los próximos años podría hacer que Gran Bretaña compita con algunas de las principales regiones productoras de vino, como Champagne y Borgoña en Francia a medida que las mejores regiones para cultivar variedades como la Pinot Noir o la Chardonnay se muevan hacia el norte. El estudio estima que las temperaturas en las regiones de cultivo de vides del Reino Unido pueden aumentar 1,4°C hasta 2040, que se sumarían al aumento de un grado que ya han experimentado las temperaturas en esas zonas desde la década de 1980. Esto haría que la cantidad de azúcar en las uvas del Reino Unido fuese más regular, con una mejor calidad del vino y mayor contenido de alcohol. El estudio también predice que de aquí a 2040 la industria del vino del Reino Unido recogerá cosechas tan buenas como la de 2018 la gran mayoría de los años, lo que permitirá un producto final mucho más consistente. Además, dado que, en comparación con los principales países productores de vino, el Reino Unido tiene mucha menos superficie plantada con vides, la industria vinícola británica probablemente tenderá a primar la calidad sobre la cantidad.
Y más al norte aún tenemos el caso de Suecia. Se espera que la superficie plantada con viñedos en ese país se duplique en cinco años y potencialmente crezca hasta las 10.000 hectáreas, dando pie a una nueva industria de mil millones de euros. El calentamiento global y el cultivo de nuevas variedades de uva se encuentran entre los factores que impulsan la producción de vino sueco. Las principales variedades cultivadas en el país escandinavo son Solaris, una uva blanca, y Rondo, para vino tinto. Las ventas nacionales de vino sueco casi se han duplicado en los últimos cinco años, junto con su calidad y el interés de los clientes. Y aunque, por el momento, la mayoría de las bodegas suecas venden sus vinos solo en la región, empiezan a despertar un interés creciente en otros mercados de Europa y Asia, particularmente en Japón.
¿Y qué hay del pescado?
La industria pesquera también está sufriendo los efectos del cambio climático. Las temperaturas del océano más cálidas están conduciendo a cambios en la distribución y el comportamiento de las especies marinas, lo que dificulta las capturas de ciertos tipos de peces. Además, la acidificación del océano, causada por los niveles crecientes de dióxido de carbono en la atmósfera, daña los mariscos y otras especies, reduciendo aún más las capturas.
En la conferencia de este año de la Sociedad de Pesca de las Islas Británicas, el Dr. John K Pinnegar, director del Centro Internacional de Cambio Climático Marino, CEFAS, presentó una visión general de las complejas implicaciones del cambio climático para los pescadores. Según Pinnegar, el cambio climático está afectando a los peces y la pesca en todo el mundo. Está causando cambios en la distribución de las especies marinas, lo que puede tener consecuencias para la asignación de cuotas y el acceso a la pesca, así como para el precio y la disponibilidad de pescado para los consumidores. Muchas especies de peces se han movido hacia el polo en respuesta al calentamiento, con algunas especies que han cambiado entre 48 y 403 km en los últimos 30 años. Esto es evidente en los datos de desembarques de especies comerciales pesqueras, que muestran cambios en la distribución de especies como la solla y el bacalao. Pero además de los cambios en la distribución de las especies, advertía Pinnegar, el cambio climático también está afectando el crecimiento de los peces, su reproducción y sus comportamientos migratorios. Y también puede tener consecuencias sobre la seguridad en el mar y la capacidad de captura.
Según un informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para los Alimentos y la Agricultura (FAO), el cambio climático conducirá a cambios significativos en la disponibilidad y el comercio de productos pesqueros, con posibles consecuencias geopolíticas y económicas, especialmente para aquellos países que más dependen de esta industria.
Las proyecciones sugieren para 2050 disminuciones en las capturas máximas potenciales en las zonas económicas exclusivas del mundo de entre el 2,8 y 5,3% en el escenario de emisión de gases de efecto invernadero RCP 2.6, y entre el 7,0 y 12,1% en el escenario RCP 8.5. Pero, como siempre, el tema va por barrios. El informe anticipa descensos más pronunciados en las zonas tropicales, principalmente en las regiones del Pacífico Sur; mientras que el potencial de capturas probablemente aumentará (o disminuirá menos) en latitudes mayores.
Entre los países cuyas pesquerías sufren una mayor presión, que posiblemente se acentuará en el futuro, el informe incluye a Pakistán, Irak, Marruecos y España. En el otro extremo, en la lista de países cuyas pesquerías sufren una menor presión, y que probablemente seguirán así en los próximos años, destacan Myanmar, Camboya, el Congo, la República Centroafricana y Colombia.
Aunque estas proyecciones solo reflejan los cambios en la capacidad de los océanos para producir peces sin considerar los posibles efectos de las decisiones de gestión que los gobiernos podrían tomar en respuesta a esos cambios, el informe destaca la necesidad de medidas efectivas de adaptación y mitigación para abordar los impactos del cambio climático en el sector pesquero y la acuicultura, incluido el desarrollo de sistemas de alerta temprana, infraestructuras resistentes al clima y la promoción de prácticas de pesca y acuicultura sostenibles y adaptativas.
Entre tanto, en nuestro país, los pescadores observan cómo ciertas especies de peces tradicionales de nuestras costas, como anchoas y sardinas, migran hacia el norte, mientras que en el Mediterráneo, de vez en cuando, encuentran en sus redes peces que nunca antes habían visto. En relación con este fenómeno, hay que señalar que las especies invasoras en las aguas europeas han aumentado a casi 1.300 en los últimos 20 años, y el mar Mediterráneo es el hogar del 69% de ellas. Estas especies, como el cangrejo azul del Atlántico en Catalunya y el pez león en Chipre, pueden amenazar la vida marina local y, en consecuencia, los trabajos relacionados con la pesca. Los seres humanos, a través del comercio, los buques mercantes, la acuicultura y las importaciones, son la causa principal de esas invasiones. En particular, el Canal de Suez, que conecta el Mar Mediterráneo con el Mar Rojo, es la principal puerta de entrada de especies invasoras en el Mediterráneo. Sobre todo desde que se amplió y profundizó en 2015, lo que eliminó la barrera natural creada por las diferencias de salinidad entre los dos mares. Pero no es la única causa. El aumento de la temperatura del Mediterráneo (un 20% más rápido que la media mundial) también contribuye a la supervivencia de especies no autóctonas.
En resumen
El cambio climático ya está afectando a los sectores vinícola y pesquero en España. Por supuesto no son los únicos sectores que sufren las consecuencias del calentamiento global, pero se trata de dos industrias particularmente sensibles, que en conjunto emplean a más de medio millón de personas.
En el sector vinícola, el cambio climático puede afectar al cultivo de la vid y a la producción de vino de varias maneras. Las temperaturas más cálidas y los cambios en los patrones de lluvias pueden afectar la calidad y la cantidad de uvas producidas, lo que tiene un impacto en la producción de vino y, en consecuencia, en el trabajo de las personas empleadas en la industria.
En la industria pesquera, el cambio climático también puede tener impactos significativos. Las temperaturas más cálidas del agua y los cambios en las corrientes oceánicas pueden alterar la distribución y abundancia de las especies y la salud de los ecosistemas marinos, lo que podría afectar la productividad de las operaciones pesqueras y la forma de vida de quienes trabajan en la industria.
En cualquier caso, los impactos específicos del calentamiento global en el empleo en los sectores vinícola y pesquero en España dependerán de diversos factores, incluidas las particularidades de las diferentes regiones y en qué medida las empresas de ambos sectores sean capaces de adaptarse a las condiciones cambiantes. Para ello deberán estar muy atentas a los impactos potenciales del cambio climático y desarrollar estrategias innovadoras para aumentar su resiliencia, mitigar y responder a estos impactos, y asegurar su sostenibilidad a largo plazo.