18 noviembre 2025

Jóvenes en un cambio de era

por Santi Garcia

En cada generación, los jóvenes han tenido que aprender a orientarse en un mundo marcado por tensiones y cambios. Pero lo que distingue a la actual cohorte es la magnitud de la transformación a la que se enfrentan en un momento crítico de sus vidas. La combinación de un cambio demográfico sin precedentes, un escenario geopolítico global inestable, la digitalización acelerada y la irrupción de nuevas expectativas sociales y culturales conforman un terreno movedizo e incierto, para moverse por el cual muchos solo disponen de “mapas del pasado”, dibujados con referentes heredados de sus familias, modelos educativos concebidos para otro tiempo, instituciones y marcos laborales que ya no describen con precisión la realidad ni encajan con lo que necesitan las empresas para preservar su competitividad.

En 2005, el 25,3% de la población ocupada española tenía entre 16 y 29 años. 20 años después, esa proporción apenas roza el 15%. El envejecimiento de la población y el aumento de la esperanza de vida dibujan un panorama en el que las nuevas generaciones son numéricamente más pequeñas, pero soportan sobre sus hombros el peso creciente de financiar sistemas de pensiones, sanidad y cuidados diseñados en una época en que la pirámide demográfica tenía una base ancha. A primera vista, podría pensarse que menos jóvenes compitiendo por empleos equivale a más y mejores oportunidades laborales. Sin embargo, la evidencia histórica desmiente esa visión simplista. El verdadero condicionante no es cuántos jóvenes hay, sino la capacidad de la economía para generar unos niveles de productividad que permitan trabajos estables y dignos.

Una generación atrapada en la precariedad laboral

No se puede negar que en los últimos años ha habido mejoras. España ha reducido su tasa de paro juvenil hasta la más baja en una década. La reforma laboral de 2022 contribuyó al descenso de la temporalidad, que cayó de un 55% a un 36%. Pero estos avances conviven con una precariedad renovada. El auge de contratos fijos discontinuos, el aumento de los despidos disciplinarios y de las bajas por no superación de los períodos de prueba, el trabajo a tiempo parcial involuntario y la sobrecualificación (uno de cada tres jóvenes con estudios superiores ocupa puestos por debajo de su nivel formativo, frente al 21% de media europea) son reflejo de una inserción laboral que no cumple las expectativas.

En paralelo, el poder adquisitivo real de los jóvenes se erosiona. Entre 2008 y 2023, los salarios crecieron en España un 28% en promedio. Sin embargo, los de los trabajadores de entre 25 y 29 aumentaron solo un 21%, mientras que los del grupo de 20 a 24 años subieron todavía menos, apenas el 15,6%.  Unos avances que, encima, han sido neutralizados por el aumento de los precios que, en ese mismo período, han crecido más del 30%.  Es decir, los jóvenes trabajan más, estudian más, pero se ven obligados a vivir con menos. 

La vivienda como cuello de botella vital

La frustración de los jóvenes se amplifica al comprobar que, incluso con empleo y formación, muchos no pueden acceder a una vivienda propia. De hecho, el mercado de la vivienda se ha convertido en la gran trampa estructural para la autonomía juvenil. La edad media de emancipación en España es de 30,4 años, una de las más altas de Europa. Mientras en Suecia los jóvenes se independizan a los 22, en España el camino se prolonga casi una década más, debido en gran parte a la elevada proporción de su salario que, de media, un joven que desea vivir por su cuenta necesita destinar al alquiler de su vivienda.

El resultado es una “generación inquilina”, sin capacidad de ahorro, que retrasa proyectos vitales como formar una familia. En este contexto, la dependencia del apoyo de los padres se vuelve estructural y contribuye a la perpetuación de brechas sociales. Los hogares con más renta pueden financiar la emancipación de sus hijos, mientras que los de rentas bajas quedan atrapados en un círculo de dependencia y desigualdad del que no es tan fácil salir.

Educación: más títulos no significa más empleabilidad

En el ámbito educativo, nunca antes la juventud española había alcanzado niveles tan altos de formación. La universidad y los posgrados atraen a una proporción creciente de jóvenes, aunque, al mismo tiempo, nuestras tasas de abandono escolar temprano siguen siendo de las más altas de Europa. Esta dualidad muestra la persistencia de una fractura educativa que reproduce desigualdades.

La segregación entre centros públicos, privados y concertados es una de las causas. Quienes estudian en entornos más favorecidos obtienen sistemáticamente mejores resultados, lo que sugiere que el mérito individual se ve condicionado por el capital cultural y económico de las familias. El mensaje implícito es que los esfuerzos individuales no siempre bastan. El ascensor social se atasca y las diferencias de origen siguen pesando mucho. Un joven de familia acomodada tiene más posibilidades de estudiar, de emanciparse antes y de consolidar una carrera profesional sólida. Quien no cuenta con esa red de apoyo corre más riesgo de quedar atrapado en la precariedad.

Por otro lado, el vínculo entre formación y empleabilidad está roto. Los avances tecnológicos demandan competencias que no siempre están presentes en los jóvenes, a pesar del estereotipo muy extendido que los etiqueta como “nativos digitales”. De hecho, en la Unión Europea solo un 71% de los jóvenes posee habilidades digitales básicas, y las brechas son mayores entre quienes tienen menos recursos. En consecuencia, mientras algunos perfiles se preparan para acceder a empleos de alto valor en sectores emergentes, otros se enfrentan a la amenaza de ver cómo la automatización y los cambios organizativos que propicia la llegada de la inteligencia artificial al mundo del trabajo reducen sus oportunidades laborales. En relación con esta cuestión, una investigación reciente de Brynjolfsson, Chandar y Chen (2025) sobre datos reales de nóminas de empresas estadounidenses evidencia un descenso relativo del 13% en el empleo de trabajadores de 22–25 años en las ocupaciones más expuestas a la IA desde finales de 2022. Es decir, la IA estaría presionando justo en las posiciones ‘junior’ que tradicionalmente han servido como mecanismo de aprendizaje y trampolín profesional para los jóvenes.

Asimismo, es importante prestar atención a la persistencia de las brechas de género, cuyas raíces son más profundas de lo que a menudo sugieren políticos y medios de comunicación. En este sentido, un análisis reciente del Financial Times a partir de datos oficiales del Reino Unido muestra que la desigualdad de ingresos aparece incluso cuando hombres y mujeres cursan la misma carrera. Entre quienes estudian Matemáticas, por ejemplo, los hombres tienden a orientarse hacia la programación (con una mediana salarial de 49.600 libras cinco años después de graduarse), mientras que muchas mujeres optan por la docencia, donde los salarios apenas alcanzan las 34.300 libras. En otras palabras, el punto de partida académico puede ser idéntico, pero bifurcaciones tempranas en las trayectorias profesionales, influidas por estructuras culturales que orientan (y a veces limitan) las elecciones de hombres y mujeres, abren caminos con retornos muy distintos que ensanchan la desigualdad a lo largo de la vida laboral.

Salud mental: la otra gran crisis generacional

A todo lo anterior se suma una crisis silenciosa en la forma de un aumento de los trastornos de salud mental entre las personas jóvenes. En la última década, los problemas psicológicos entre los jóvenes de 15 a 34 años se han multiplicado por seis. Hoy, uno de cada cinco declara un bajo nivel de bienestar y uno de cada tres reconoce sufrir soledad no deseada.

Las redes sociales, omnipresentes en la vida juvenil, actúan como catalizadoras de esa ansiedad. La hiperconectividad alimenta la comparación constante, las “cámaras de eco” y la exposición a desinformación y discursos que fomentan la polarización. Aunque es cierto que el malestar lleva a refugiarse en lo digital, los entornos online también amplifican la sensación de insuficiencia y aislamiento, lo que puede dar pie a peligrosos círculos viciosos. 

En paralelo, la búsqueda de un equilibrio entre vida y trabajo se ha vuelto prioritaria. Ya no es solo conciliación. Es, ante todo, la necesidad de proteger la salud mental en un entorno laboral que no siempre ofrece estabilidad ni reconocimiento.

Polarización y desconfianza

En el plano político, la juventud no es apática. Es crítica. Los jóvenes valoran con apenas un 4,3 sobre 10 el funcionamiento de la democracia en España y desconfían de instituciones tradicionales como partidos o la Corona. Aunque, conscientes de que, al ser menos, cuentan con menos peso político que generaciones anteriores para configurar su futuro, canalizan ese escepticismo hacia formas de participación alternativas como manifestaciones, huelgas o campañas digitales. No es casual que, en la edición de 2025 del Barómetro de la Confianza de Edelman, uno de cada dos jóvenes de entre 18 y 34 años aprueben el “activismo hostil” (ataques online, difusión de desinformación, etc.) como una vía legítima para forzar cambios sociales que pueden propiciarles un futuro mejor, para ellos y sus familias.

Siguiendo en el ámbito político, otro fenómeno que destacar es la creciente polarización ideológica de los jóvenes en función de su género. Las mujeres jóvenes se identifican mayoritariamente con la izquierda y el feminismo, mientras que los hombres tienden a posiciones más conservadoras. Mientras las primeras tienen miedo de ser víctimas de deep fakes de carácter sexual, los segundos temen ser acusados infundadamente de violencia de género. El riesgo es la conformación de dos juventudes enfrentadas, con visiones incompatibles sobre igualdad y derechos. Una fractura que amenaza con debilitar todavía más los consensos fundamentales para una convivencia social sana, y que también puede afectar al funcionamiento de las organizaciones.

Juventud glocal y migraciones

Otro cambio que está experimentando la juventud española es que cada vez es más diversa. El 24% de los jóvenes ha nacido en el extranjero. Una pluralidad que enriquece, pero también revela desafíos de integración. Por ejemplo, las barreras para el reconocimiento de títulos, los permisos de trabajo y la discriminación laboral condenan a muchos jóvenes migrantes al subempleo o la informalidad.

Por otro lado, la migración interna hacia grandes ciudades concentra las oportunidades en unos pocos territorios, dejando amplias zonas rurales en riesgo de despoblación. El resultado es una identidad juvenil cada vez más “glocal”, conectada con el mundo a través de lo digital, pero arraigada en realidades locales desiguales.

Entre resiliencia y límites estructurales

Los jóvenes, por tanto, se enfrentan a un territorio complejo y lleno de contradicciones. Son, al mismo tiempo, la generación más formada de la historia, la más conectada y también la más consciente de los grandes retos de nuestro tiempo. Pero esa ventaja convive con un paisaje áspero en forma de precariedad en el empleo, desigualdad persistente y niveles récord de incertidumbre que erosionan su confianza en el futuro.

Los datos hablan por sí solos. Hay menos jóvenes para sostener poblaciones cada vez más envejecidas. El paro juvenil, pese a que ha descendido en los últimos tiempos, continúa siendo elevado, y muchos de quienes logran trabajar lo hacen en condiciones precarias, a menudo en empleos a tiempo parcial no deseados o claramente por debajo de su nivel de cualificación. La vivienda, por su parte, se ha convertido en un horizonte lejano. La emancipación se retrasa y la dependencia económica de las familias se prolonga. Los salarios reales se han estancado, mientras que las brechas educativas y digitales revelan un desfase entre lo que aprenden en la escuela o la universidad y lo que realmente demanda el mercado laboral. A ello se suma una salud mental cada vez más frágil, con la soledad y la ansiedad amplificadas por las redes sociales, y una polarización ideológica que atraviesa a la propia juventud y divide a la sociedad en torno a cuestiones de igualdad, género o diversidad.

Así y todo hay motivos para la esperanza

Sin embargo, no todo son malas noticias. Precisamente porque el mundo envejece, Europa necesitará más que nunca el talento de las nuevas generaciones, lo que abre una demanda creciente de profesionales jóvenes. La transición digital y la transición verde están creando sectores emergentes en los que las habilidades de esta cohorte encuentran un terreno fértil. Su capital educativo y digital es mayor que el de cualquier generación anterior. Saben aprender con rapidez, manejar herramientas tecnológicas y adaptarse a entornos cambiantes. Y además poseen una conciencia ciudadana crítica y global que los empuja a cuestionar lo establecido, a exigir sostenibilidad, justicia e inclusión, y a participar en movimientos que buscan transformar la sociedad.

Otros países europeos ya están diseñando programas específicos para acelerar la transición de los jóvenes hacia esos sectores emergentes, y España podría aprender de esas experiencias para no quedarse atrás. Porque es en esta tensión entre dificultades y oportunidades donde se juega el futuro de los jóvenes y, por consiguiente, nuestro futuro colectivo. La buena noticia es que no es un destino escrito, sino un territorio en disputa, donde su capacidad para convertir la adversidad en motor de cambio puede marcar la diferencia no solo para ellos, sino para el conjunto de la sociedad.

Sobre la necesidad de nuevos mapas

La generación que hoy se asoma al mercado laboral transita un territorio para el que los mapas heredados ya no sirven. Los principios que funcionaron en el pasado (estudia, trabaja, esfuérzate y tu vida seguirá un curso previsible) se han quedado obsoletos en un entorno radicalmente incierto en el que el empleo estable escasea, la vivienda es inaccesible, las trayectorias profesionales se fragmentan y la salud mental se convierte en un bien frágil.

La pregunta, por tanto, no es solo cómo se insertan los jóvenes en el mercado de trabajo, sino hasta qué punto ese mercado, y la sociedad en su conjunto, están preparados para ofrecerles horizontes de autonomía, dignidad y futuro. El desafío no reside únicamente en su resiliencia individual, que es evidente, sino en nuestra capacidad colectiva para adaptar las estructuras económicas, sociales y políticas a un mundo distinto.

Es decir, necesitamos empezar por admitir que los problemas de la juventud no son fallos individuales, sino estructurales, cuya solución requiere de políticas integrales y medidas coordinadas que aseguren vivienda asequible, empleo de calidad, un sistema educativo que funcione como motor de equidad y servicios universales de salud mental.

Reflexionar sobre los jóvenes de hoy implica mirar más allá de las cifras coyunturales de paro o temporalidad. Supone preguntarnos si estamos construyendo un ecosistema capaz de sostener sus aspiraciones en un contexto marcado por el envejecimiento poblacional, la aceleración tecnológica, la polarización social y una creciente incertidumbre global. 

El riesgo de no hacerlo es condenar a esta generación a moverse a tientas por territorios desconocidos, cargando con mapas que ya no describen la realidad. La oportunidad, en cambio, está en atrevernos a dibujar nuevos mapas más inclusivos, más realistas, más justos. Porque el futuro del trabajo de los jóvenes no es solo un asunto de ellos. 

Es, en última instancia, el futuro de todos.

Referencias

Borrett, A. & Strauss, D. (2025). UK gender pay gap begins at graduation as women are quickly out-earned.Financial Times. Aug. 19, 2025.

Brynjolfsson, E., Chandar, B., & Chen, R. (2025, Aug. 26). Canaries in the Coal Mine? Six Facts about the Recent Employment Effects of Artificial Intelligence (Stanford Digital Economy Lab Working Paper). Stanford Digital Economy Lab

Edeleman. (2025). 2025 Edeleman Trust Barometer. Global Report. Trust and the Crisis of Grievance.

Feixa, C. Et al. (2025). Informe juventud en España 2024: Entre la emergencia y la resiliencia. Instituto de la Juventud

ILO. (2024). Global Employment Trends for Youth 2024

OCDE. (2024). Education at a Glance 2024  

Eurofound. (2024). Living and working in Europe 2024

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Artículo publicado originalmente en el número de noviembre de 2025 de la revista Capital Humano.

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Foto de Usukhbayar Gankhuyag en Unsplash

Santi Garcia
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