La complejidad es una de las bestias negras contra las que tradicionalmente han luchado las empresas en sus campañas de restructuración y recorte de gastos. La complejidad tiene mala prensa en el mundo empresarial. Normalmente se la considera un problema, una fuente de costes y de ineficiencias. Tal vez es por esto que me ha llamado la atención un artículo publicado en el último número de The McKinsey Quarterly titulado «Cracking the complexity code» y que aporta una visión diferente de esta cuestión.
En resumen, los autores plantean que si las empresas considerasen la complejidad como una oportunidad que puede ser gestionada, y potencialmente aprovechada, en lugar de verla como una amenaza que hay que eliminar, podrían dar con fuentes adicionales de diferenciación y de ventajas competitivas. Por ejemplo: La complejidad de una organización puede aumentar su capacidad de adaptación frente a los cambios del entorno, al mismo tiempo que supone una barrera para aquellos competidores que intenten replicar su modelo de negocio.
La complejidad es inevitable, y más aún en un mundo cada vez más interconectado como el que nos toca vivir. En este contexto, las empresas, más que empeñarse en reducir la complejidad a toda costa, deberían preguntarse qué beneficios pueden sacar de ella y preocuparse por desarrollar los procesos, las habilidades y la cultura adecuadas para gestionarla con eficacia.
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Hola Santiago,
me nutren intelectualmente tus artículos, al abrirme caminos que transito con curiosidad.
Y también muy acertado Antonio en su comentario.
Un equipo de baloncesto o de fútbol es caótico (o lo parece) en su funcionamiento, y desde luego es complejo, muy complejo, en sus movimientos y en su estructura. Pero su complejidad no es más que una cosa: una organización que le permite tener capacidad de defensa, y también de conseguir sus objetivos (el gol). La complejidad no le resta capacidad de adaptación a los cambios,es el motor de esa capacidad de respuesta.
Y así, si está bien trabajada esa complejidad, el equipo se mueve como un todo, con claridad, orden y sencillez.
Espero que no sea una tontería, este desvarío.
Un saludo.
Xaime
Buen artículo. Siempre he pensado que tendemos a confundir simplificar con homogeneizar, sin darnos cuenta que tratar de hacer las cosas de la misma manera estandarizada crea más complejidad y quizás destruye valor.
Por eso la primera pregunta es, ¿complejo para quien? ¿para los clientes, los empleados o los managers?
Estoy totalmente convencido que una estructura institucional compleja puede sin embargo mostrar una cara simple a nivel individual.
Saludos,
Antonio.