Acabo de leer en Fast Company un artículo de Beverly Kaye y Sharon Gordon-Evans sobre la poca importancia que dan las empresas a que sus empleados disfruten y se apasionen con el trabajo que hacen. Aunque la mayoría de directivos sabe de sobra que el desempeño de un empleado a quien le entusiasma su trabajo normalmente es muy superior al de otro que hace algo que no «le tira», en general, las empresas se preocupan poco de conocer cuales son las preferencias y los intereses de cada uno de sus colaboradores y de ayudarles a encontrar ese “trabajo 10″, capaz de apasionarles.
Lamentablemente, aquello de «aquí no se viene a pasarlo bien» todavía está en la cabeza de muchos directivos y empresarios…
Hay quien puede pensar que si ayudamos a nuestros colaboradores a descubrir qué es lo que en realidad «les pone» nos arriesgamos a perder a algunos, ya que podrían buscar su trabajo ideal en otro sitio pero, ¿cuál es el riesgo si no lo hacemos?
Probablemente estaremos corriendo un riesgo aún mayor: que se acaben marchando de todos modos, pero además frustrados, o, lo que es peor, que se queden, pero «apagados», sin demostrar todo su potencial.
Está claro que cambiar a una persona de trabajo para darle otra ocupación en que encaje mejor cuesta dinero y requiere invertir tiempo y recursos, pero en realidad ¿qué cuesta más? Si falta pasión puede que nuestros mejores empleados no estén dando lo mejor de sí mismos, ni alcanzando los niveles de desempeño a los que, de otro modo, podrían llegar…
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