Ya nadie niega la evidencia: Se avecina tormenta y, como cada vez que vienen tiempos de vacas flacas, las empresas sienten la tentación de recurrir a la solución más fácil: cerrar el grifo. Se cortan los gastos, pero también las inversiones, se reduce el número de reuniones, se escrutan las facturas de cada teléfono, se envían e-mails apocalípticos decretando «hiring freezes», «travel freezes» y demás medidas que no conducen sino a la gran «helada corporativa». Además, se centralizan más y más decisiones, al tiempo que se multiplican los controles y el número de firmas necesarias para poner en marcha cualquier proyecto. Quienes trabajáis para una multinacional sabéis de sobra de qué va el tema.
El razonamiento que justifica este tipo de decisiones es fácil de entender, pero está profundamente equivocado. Hoy tenemos evidencias de que los grupos pueden tomar mejores decisiones que los individuos. Así que en momentos de crisis, cuando el viento sopla en contra, lo que tienen que hacer los líderes es olvidarse de esas reacciones instintivas y, en lugar de parar la máquina, crear las condiciones necesarias para sacarle el máximo partido al potencial de sus equipos.
En este sentido, hace poco Tammy Erickson resumía en su blog las tres cosas en las que deben centrarse los líderes en situaciones de crisis:
1.- Desafiar a la organización para alcanzar metas complejas, importantes, intrigantes.
2.- Aumentar la colaboración en la organización. Desarrollar confianza. Relacionarse.
3.- Cuestionar el status quo a través de nuevas personas y nuevas ideas. Salir fuera.
¿Es esto lo que estáis haciendo en tu empresa?
Imagen Jeremy Brooks bajo licencia Creative Commons
Un habitante de lo que Johan Huizinga bautizó inolvidablemente como «EL otoño de la Edad Media», escribió en un best seller de la época que «La serenidad no es mantenerse apartado de las tormentas, sino ser capaz de mantener la calma en ellas». Gracias por tus post, son enormemente interesantes para mí.