Leyendo un artículo de Peter Cheese, Yaarit Silverstone y David Y. Smith en Outlook, titulado «Crear una organización ágil» me encontré con la siguiente historia que ilustra el problema al que se enfrentan muchas organizaciones cuando, a la hora de establecer objetivos o valorar el desempeño de sus empleados, deben decidir qué indicadores son los más relevantes.
Lo más frecuente es que las empresas se acaban fijando en un puñado de parámetros, normalmente los más obvios y de uso más común, pero que no son necesariamente los que mejor reflejan el valor que cada persona aporta a la organización.
Los autores explican en su artículo que en 2005, cuando el equipo de la NBA los Houston Rockets estaba buscando nuevos fichajes, su gerente se fijó en el jugador de los Grizzlies de Memphis Shane Courtney Battier. Según los indicadores usados habitualmente para medir el desempeño de un jugador de baloncesto (puntos, tapones, balones robados, asistencias) Battier era solo un jugador más -de hecho cada vez tenía menos aportación ofensiva dentro del equipo-, y no todo el mundo era partidario de ficharlo. Sin embargo, el gerente de los Houston Rockets fue capaz de detectar el valor oculto de Battier, que residía en el impacto positivo que su presencia en la cancha tenía para sus compañeros. Midieron el rendimiento de éstos y se encontraron con que cada vez que Battier jugaba el rendimiento de sus compañeros aumentaba, mientras que el de sus rivales disminuía. Así que decidieron ficharle, ganándose desde el primer momento un puesto de titular en los Rockets, donde actualmente sigue jugando.
Una historia a tener muy en cuenta la próxima vez que tengamos que establecer objetivos o valorar el rendimiento de alguno de nuestros colaboradores.
Encontrar elementos aglutinadores en los equipos es imprescindible para el éxito de los mismos. En el deporte lo vemos todos los días, y ahora con la selección de fútbol nos hemos cansado de oír que Reina es el alma de la selección (¡un jugador que no ha jugado ni un minuto!).
Y si el aglutinador es el propio jefe del equipo se consiguen químicas impresionantes. Tengámoslo en cuenta para las formaciones de directivos.
Interesante, como puede afectar el impacto de la personalidad dentro de un equipo y los cambios que se pueden producir como resultado.
Esto es pensar en las necesidades del conjunto y no en sus partes individuales, dejando de lado lo fundamental y centrandose en aspectos que de entrada podrían parecer de poca relevancia pero que finalmente dinamizan y multiplican la efectividad del equipo.
A pensar, como se lo traslado a mis clientes.
Saludos
J.Cuni
http://www.cuni-asociados.es