Esta semana he leído en Management Innovation Exchange un artículo de Eidit Hashim sobre las organizaciones modulares, una fórmula organizativa novedosa pensada para facilitar la adaptabilidad de las empresas frente a los cambios que se producen en su entorno. Conforme a este modelo las compañías se organizarían como si fuesen construcciones de Lego, donde cada pieza o módulo representa una particular combinación de talento y recursos que, a su vez, determina unas ciertas capacidades (el potencial de hacer algo).
El modelo recuerda a las organizaciones celulares sobre las que en 2008 Giordano y Wenger escribieron un celebrado artículo en McKinsey Quarterly. Lo que estos autores proponían era una organización formada por «células de valor», cuya identidad estaría definida por un segmento de mercado (target), un alcance y un tipo de producto o servicio. En función del rendimiento de cada célula, su potencial, y las oportunidades que puede brindar a la corporación a largo plazo, sus líderes tomarían las correspondientes decisiones sobre en qué «células» hay que invertir, cuáles hay que mantener, o de cuáles es mejor desprenderse o externalizar.
Pero Hashim va más allá. El quid de su modelo está precisamente en la movilidad de esos módulos dentro de la organización. Al contrario de lo que sucede en una organización tradicional, donde esas combinaciones de talento y recursos con frecuencia quedan atrapadas en estructuras, jerarquías, divisiones, o departamentos, en una organización modular deberían de poder cambiar de lugar con rapidez, permitiendo que la organización se reconfigure según lo que más convenga dadas las circunstancias. Más aún, según Hashim estos movimientos no deberían ser fruto de decisiones tomadas en las altas instancias de la empresa, sino el resultado de una serie de mecanismos que se articularían en el seno de las organizaciones y que, a modo de mercados, servirían para distribuir esos «módulos» entre las diferentes iniciativas en las que potencialmente podrían utilizarse.
Entre sus ventajas: más agilidad frente a los cambios del entorno, un mejor aprovechamiento de la inteligencia colectiva de la organización, ideas compitiendo en pie de igualdad por los recursos de la empresa, más colaboración, desarrollo de una mentalidad emprendedora, y personas más conscientes de la importancia de su desarrollo y empleabilidad. Ahí es nada.
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José Miguel,
Los locos de hoy serán los genios de mañana ;)
Hablando en serio, creo que todo apunta a que vamos en la dirección que señalas: Estructuras orgánicas, capaces de configurarse y reconfigurarse con agilidad para adaptarse a los cambios que experimente su entorno; contextos organizativos donde recursos y talento puedan moverse con libertad buscando el calor de las ideas de mayor potencial; organizaciones abiertas cuyos límites se difuminan y permiten el trasvase de recursos y talentos que en otra época hubiesen sido considerados "ajenos a la empresa", etc.
Me alegra mucho ver que no soy el único "pirado" que piensa esto. Es más, yo voy aún más allá. Creo que en un futuro no tan lejano las empresas darán un salto cualitativo análogo al que sucedió con la aparición del outsourcing. Me refiero a que en el futuro muchas empresas evolucionarán hacia estructuras de red y pasarán a ser macro redes con muchas redes autónomas o semi-autónomas en su interior.