Hace unas semanas un artículo publicado en The Economist hacía referencia a las dificultades que está sufriendo una de las grandes firmas internacionales de headhunting.
Unas dificultades que reflejan la realidad de una industria que necesita reinventarse ante los cambios que está experimentando su contexto competitivo. Por mucho que en algunos países el mercado de este tipo de servicios continúe creciendo.
No es solo que ahora las empresas tengan la posibilidad de buscar candidatos en cualquier lugar del mundo mediante plataformas como LinkedIn, a través de las cuales tienen acceso a millones de perfiles, sino que la evolución de esta y otras soluciones de base tecnológica facilita que las organizaciones puedan gestionar los procesos de reclutamiento con sus propios medios de forma eficaz y eficiente, sin necesidad de intermediarios.
Se entiende, por tanto, que muchas empresas se pregunten cuál es realmente el valor añadido que aportan hoy esas firmas de servicios profesionales y hasta qué punto se siguen justificando las abultadas tarifas que tradicionalmente han cargado a sus clientes. Hace unos años esos honorarios eran, en algunos casos, el precio que pagaban los directivos de las empresas por la tranquilidad de saber que el proceso lo habían gestionado «profesionales», o por tener a quien echarle la culpa en caso de que, tras unos meses, el ejecutivo contratado «saliese rana». Pero en un entorno económico que no está para muchas alegrías esto es un lujo que pocos se pueden permitir.
Hoy lo más frecuente es que, ante la alternativa de encargar la búsqueda de un directivo a una firma especializada o llevarla a cabo con sus propios medios, las empresas tiendan a reservar el uso de headhunters para aquellos casos en que su intervención aporta claramente un valor diferencial.
En este sentido cabe destacar un reciente estudio llevado a cabo por HSZ Media, según el cual el reclutamiento interno —in-house— se ha incrementado en un 25% a lo largo de los últimos cinco años, una realidad que, según el director de esta empresa de análisis de mercados, les cuesta a las firmas de headhunting —solo a las cotizadas, se entiende— la friolera de más de 650 millones de dólares al año.
Un fenómeno al que contribuye la constatación del valor estratégico que tiene contar con el mejor talento, la tendencia a reclutar «por valores» —quien mejor para apreciar la afinidad en valores que quienes ya trabajan en la empresa—, la preferencia de los candidatos de relacionarse directamente con sus potenciales empleadores, y también la duda que les surge a algunos directivos sobre en qué medida la búsqueda que realizará el headhunter será realmente más exhaustiva que la que podrían hacer ellos con sus propios medios.
En consecuencia, se multiplican las organizaciones que ponen en marcha unidades especializadas de reclutamiento dedicadas a rastrear, detectar, atraer y seleccionar por todo el planeta el talento que necesitan para competir en unos mercados más dinámicos y globalizados. Unidades muchas de ellas compuestas por profesionales procedentes de firmas de headhunting.
Aunque la verdad sea dicha, también nos encontramos con empresas que deciden internalizar sus procesos de reclutamiento simplemente por una cuestión de coste, sin preocuparse lo más mínimo de dotar a sus reclutadores internos de las capacidades y de las herramientas necesarias para gestionar esos procesos con eficacia. Claro que así les va.
Imagen Well-Bred Kannan bajo licencia Creative Commons