A lo largo de la historia personas de diferentes generaciones han trabajado juntas en minas, comercios, granjas y talleres. Pero esta vez es diferente…
Por una parte, como resultado de los rápidos y profundos cambios que está experimentando la tecnología, la economía y la sociedad, se amplían las diferencias entre generaciones en cuanto a las creencias, los valores, las preferencias y las pautas de comportamiento predominantes en cada una.
Por otra, como consecuencia de una mayor esperanza de vida y el descenso de las tasas de natalidad, las vidas profesionales de las personas tienden a alargarse, con lo que cada vez es más frecuente encontrarse en los lugares de trabajo a representantes de cuatro, o incluso cinco, generaciones diferentes, con educaciones y experiencias distintas y, en muchas ocasiones, formas divergentes de interpretar el mundo.
Gestionar una realidad tan compleja es un gran desafío para los líderes empresariales, aunque esta misma diversidad generacional puede ayudarles a interpretar mejor los cambios que se producen en el entorno, a cuestionarse su manera tradicional de hacer las cosas, y a dar con nuevas fórmulas para preservar la competitividad de sus compañías.
No obstante, en muchas organizaciones los empleados de diferentes generaciones no acaban de entenderse los unos a los otros, y a menudo se dejan llevar por estereotipos y clichés en sus relaciones.
Para ayudar a superar estos prejuicios y favorecer la conciencia intergeneracional me gustaría cuestionar algunos de esos paradigmas a partir de los resultados de las investigaciones que llevamos a cabo en el iOpener Institute sobre la actitud hacia el trabajo de personas de distintas edades.
Lejos del estereotipo del viejo guerrero cansado, nuestros datos muestran que, en general, los empleados de mayor edad tienden a sentirse más felices y más motivados en su trabajo. Entre otras cosas tienen una mayor sensación de que lo que hacen vale la pena, y de que su trabajo tiene un impacto positivo en el mundo.
Esto encaja con que esos empleados de más edad tienden a apreciar más los valores de sus organizaciones, se sienten más orgullosos de ellas y desean permanecer en sus puestos por más tiempo (salvo, claro está, aquellos más próximos a su edad de jubilación). Y también parece confirmar los resultados de una reciente encuesta llevada a cabo por la consultora Imperative que revela que los empleados de más de 55 tienen una orientación al propósito mayor que los trabajadores más jóvenes.
Además, los empleados más mayores sienten con más frecuencia que tienen la oportunidad de utilizar sus habilidades en su trabajo y alcanzar su potencial, lo que posiblemente tenga que ver con el hecho de que, comparados con sus colegas más jóvenes, no muestran tanto interés en aprender nuevos conocimientos y habilidades.
En cualquier caso, no detectamos ningún síntoma de “fatiga de combate”. Nuestros números revelan que cuanto más mayores son los empleados más les gusta tener retos en el trabajo (tal vez porque con el tiempo hayan descubierto las ventajas de lograr el estado de “flujo” del que habla Csikszentmihalyi). Y a esto se suma que los niveles de energía con que se sienten los empleados mayores son comparables, incluso ligeramente superiores, a los de los más jóvenes.
Unos datos a tener en mente la próxima vez que se nos pase por la cabeza la idea de enviar a alguno de nuestro empleados de mayor edad a un “cementerio de elefantes”…