Siguiendo nuestra afición a alterar el significado de los títulos de películas y libros cuando los traducimos al castellano, la edición española del libro del antropólogo David Graeber Bullshit Jobs (2018) lleva por título Trabajos de mierda.
Sin embargo, la clase de empleos a los que Graeber, fallecido el año pasado en Venecia, se refiere en su libro no son «trabajos de mierda», por mucho que en inglés bullshit signifique literalmente «caca de toro». Los verdaderos «trabajos de mierda» son los empleos que la periodista Alejandra de la Fuente denuncia en sus artículos y en su canal de Twitter @JobsMierda, sobre los que charlamos en la entrevista que mantuvimos con ella en nuestro podcast hace unos meses. Un tipo de trabajos por desgracia todavía demasiado abundante a pesar de que no alcanzan los mínimos para ser considerados ‘trabajos decentes’ conforme al significado que se da a este término en el octavo objetivo de desarrollo sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.
Cuando habla de bullshit jobs, Graeber se refiere a otra clase de empleos. Un tipo de trabajos remunerados tan inútiles, innecesarios o perniciosos que ni siquiera el propio empleado puede justificar su existencia aunque, como parte de sus condiciones de empleo, se sienta obligado a fingir que su trabajo tiene sentido. Unos trabajos que no tienen «valor social», y que pueden ser al mismo tiempo «trabajos de mierda», pero no necesariamente. De hecho, como explica Graeber, muchos de esos bullshit jobs tienen unas remuneraciones excelentes.
En primavera de 2013, Graeber reflexionaba sobre este fenómeno en un provocativo artículo titulado On the Phenomenon of Bullshit Jobs, publicado en la revista Strike! en el que planteaba la tesis de que, a medida que la tecnología avanza y aumenta el número de tareas que pueden ser automatizadas, los trabajadores tienden a dividirse entre un segmento de trabajadores «reales y productivos», que son exprimidos y explotados, un estrato de desempleados aterrorizados y vilipendiados, y un grupo creciente de empleados a los que básicamente se les paga por no hacer nada de valor, en posiciones diseñadas como respuesta a las perspectivas, sensibilidades y preferencias de la clase dominante, y que son los que el autor denomina bullshit jobs (en adelante BS jobs).
Cinco años más tarde Graeber publicaba el libro al que me refería al inicio de esta entrada, del que merece la pena destacar la siguiente taxonomía de BS jobs que comparto con vosotros porque creo puede ayudarnos a identificar y a tomar conciencia de cuántas personas en nuestras organizaciones pueden estar dedicándose a trabajos de este tipo.
Graeber distingue los siguientes cinco tipos de BS jobs:
Lacayos (Flunkies)
Ocupaciones que existen sólo o principalmente para hacer que otra persona parezca o se sienta importante.
Matones (Goons)
Trabajos con un elemento agresivo que, fundamentalmente, existen solo porque otras organizaciones también los emplean.
Especialistas en cinta adhesiva (Duct tapers)
Trabajos que existen solo para resolver un problema técnico, de diseño o de organización que no debería existir.
Rellenadores de formularios (Box tickers)
Empleos que existen sólo o principalmente para que la organización pueda afirmar que está haciendo algo que, de hecho, no está haciendo.
Maestros de tareas (Task masters)
En esta categoría Graeber distingue dos clases: a) Ocupaciones cuyo rol consiste enteramente en asignar trabajo a otros y, por tanto, pueden considerarse un tipo de trabajo contrario al de los «lacayos» (superiores innecesarios en lugar de subordinados innecesarios). b) Ocupaciones cuyo papel principal es supervisar o incluso crear BS jobs para que los hagan otras personas.
Seguro que alguno o varios de estos tipos de trabajos os resulta familiar, bien porque existen en vuestra compañía, bien porque los habéis visto en otras empresas con las que os relacionáis como clientes o proveedores.
Pero, ¿cuál es la dimensión de este fenómeno?. En otras palabras, ¿cuántos BS jobs hay en el mundo?
Aunque según Graeber son muchas las personas que tienen trabajos de este tipo (él estima que entre un 20% y un 50% de los asalariados), es difícil saberlo con exactitud, dado el carácter subjetivo de la definición que propone el autor.
Como señalaba antes, para Graeber un BS job es «una forma de empleo remunerado que es tan completamente inútil, innecesario o pernicioso que ni siquiera el empleado puede justificar su existencia a pesar de que, como parte de las condiciones de empleo, el empleado se siente obligado a fingir que no es así». Es decir, que el empleado no pueda justificar la existencia de su propio trabajo es un elemento clave para determinar si un empleo puede clasificarse como BS job, entre otros motivos porque difícilmente los creadores de esos empleos van a admitir su inutilidad.
Aunque tampoco se trata de que un mismo trabajo pueda ser clasificado como BS job o no según como lo sienta de útil cada una de las personas que lo desempeña, algo que puede variar de un día a otro. Como aclara Graeber, quienes mejor saben si un trabajo es inútil o un sinsentido son las personas que lo desempeñan, pero, cuando se trata de determinar si un empleo concreto es un BS job, lo mejor es atender a cuál es la opinión general de las personas que realizan esta actividad.
Lo que está claro es que haberlos hailos, a pesar de que, desde que Graeber escribió su libro en 2018, muchas voces se han manifestado en contra de su teoría, dicen que es una exageración y que los pocos trabajos sin sentido que encontramos en las organizaciones no son sino anomalías que los avances tecnológicos, la evolución de los modelos organizativos y la competitividad de los mercados acabarán corrigiendo.
En esta línea, encuentro particularmente sugerente un análisis de los profesores Magdalena Soffia, Alex J Wood y Brendan Burchell, recientemente publicado en Work, Employment and Society. En su artículo, Alienation Is Not ‘Bullshit’: An Empirical Critique of Graeber’s Theory of BS Jobs (2021), siguiendo el planteamiento de Graeber de que los propios trabajadores son la fuente de información más creíble sobre el verdadero valor (o no) de sus trabajos, estos tres investigadores cuestionan las cifras que Graeber plantea en su libro, utilizando como referencia el grado de conformidad de los trabajadores participantes en las ediciones de 2005, 2010 y 2015 de la encuesta europea sobre condiciones de trabajo (European Working Conditions Survey – EWCS) con la afirmación «Tengo la sensación de estar haciendo un trabajo útil».
Lo que encontramos es que en 2015 solo el 4,8% de los trabajadores de la EU-28 afirmaba que «rara vez» o «nunca» tenía la sensación de realizar un trabajo útil. Además, en contra de la tesis de Graeber de que los BS jobs son un fenómeno en alza, los datos nos descubren que en los países de la UE-28 el porcentaje de BS jobs cayó del 7,8% en 2005 al 5,5% en 2010, y a solo el 4,8% en 2015.
Lo que sí confirma la encuesta es que Graeber tiene razón en cuanto a que hay trabajadores, como profesores (1,7% de BS jobs) y enfermeras (1,3% de BS jobs), que generalmente se ven a sí mismos haciendo trabajos útiles, mientras que en otros trabajos la proporción de BS jobs tiende a ser más elevada. A este respecto, hay que destacar el caso de los vendedores, que, aunque Graeber no los incluye en su libro como ejemplo de BS Job, en la EWCS sobresale como la categoría profesional en que una mayor proporción de trabajadores (un 7,7%) dice que «rara vez» o «nunca» tiene la sensación de realizar un trabajo útil.
Por tanto, es muy posible que el volumen de BS jobs que Graeber recoge en su libro sea exagerado, pero, ojo, también es posible que las cifras de la EWCS se queden cortas. Entre otros motivos porque el número de trabajadores que admiten que su trabajo es inútil posiblemente será inferior al número de trabajadores que tiene esa percepción, desde el momento en que, tal como considera Graeber en su definición, muchos trabajadores que sienten que sus trabajos son inútiles o un sinsentido «se sienten obligados a fingir que no es así».
Para salir de dudas, os propongo un sencillo ejercicio y es que, por un momento, adoptéis la posición de un observador independiente que mira vuestra empresa desde fuera y con espíritu crítico pero (como siempre) constructivo os preguntéis: ¿que porcentaje de las personas que trabajan en ella diríais que dedica la mayoría de su tiempo a actividades que encajan en alguna de las categorías de BS jobs que plantea Graeber?
¿A qué conclusión llegáis?
Como mínimo 1 de cada 10, pero varia mucho por departamentos. Algunos podríamos incluirlos enteros en esta categoría