En las últimas semanas hemos conocido a través de los medios de comunicación varios casos de empresas españolas que en su momento decidieron trasladar su producción a países con menores costes laborales, principalmente de Asia, y que ahora han decidido traérsela de vuelta a España.
Este proceso de “relocalización” —en inglés reshoring—probablemente irá a más en los próximos meses, y puede contribuir a aliviar un poco las cifras de desempleo en nuestro país. Sin embargo está lejos de ser la panacea que nos quieren hacer creer algunos de esos medios informativos, ya que como consecuencia de la progresiva automatización de los procesos de la fabricación y los aumentos de productividad la industria jamás volverá a generar tanto empleo como el que llegó a representar hace unas décadas.
Que ahora nos encontremos con empresas que vuelven a fabricar en España tiene que ver con ciertos cambios que ha experimentado el entorno en los últimos años, pero también con una serie de cuestiones que perfectamente podríamos haber anticipado en los años de la “deslocalización”.
Durante los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI muchas compañías industriales decidieron “deslocalizar” sus operaciones hacia países con menores costes laborales. En algunos casos estas compañías montaban sus propias fábricas en esos países. En otros casos se limitaban a comprar a proveedores locales lo que hasta ese momento habían fabricado ellas. En cualquier caso la consecuencia última era la misma: el cierre de fábricas y la reducción del empleo industrial en los países de origen de esas empresas.
El argumento para tomar esas decisiones era simple: aun sumándole los costes de transporte, fabricar en Asia salía mucho más barato que hacerlo en Occidente, principalmente debido a los menores salarios de los trabajadores asiáticos.
Tal era el diferencial de coste a corto plazo que en muchos casos se pasaban por alto otras variables, como los costes de controlar la calidad de lo fabricado en esos países, las implicaciones en el servicio a clientes, o cuestiones relacionadas con la protección de la propiedad intelectual.
De ahí que muchas empresas acabaran experimentando en propia carne aquello de que “lo barato sale caro”. Pero para entonces algunas de ellas ya habían desmantelado su infraestructura industrial en sus países de origen y habían superado su particular “punto de no retorno”…
Sin embargo, durante los últimos años han sucedido una serie de cosas que están llevando a que algunas de esas empresas se cuestionen la validez de aquella decisión y apuesten por emprender el camino de vuelta.
Cosas como…
- la revalorización de las monedas de las economías en desarrollo.
- el aumento de los costes laborales a consecuencia de que los nacionales de esos países comienzan a exigir otro tipo de condiciones laborales.
- la volatilidad de los costes del transporte, a merced de la evolución de los precios del petroleo.
- la constatación de que resulta más fácil innovar cerca de donde se fabrica el producto.
- el hecho de que ciertos mercados hoy demandan tiradas más cortas, y mayor rapidez en el servicio.
- la creciente sensibilidad de los consumidores respecto a las condiciones laborales de los trabajadores que fabrican los productos que consumen y el impacto que las operaciones de las empresas tienen sobre el medioambiente global.
- el descenso en los costes de automatización de los procesos productivos gracias, entre otros factores, a una nueva generación de robots de menor coste y, en breve, al desarrollo de las tecnologías de impresión 3-D, con lo que no son necesarios tantos operarios para fabricar los mismos volúmenes.
- el hasta hace muy poco inimaginable descenso de los costes salariales unitarios en muchos países occidentales.
- las altas tasas de desempleo, que hacen que aumente el número de empresarios que se plantean la relocalización de parte de sus operaciones como una cuestión de responsabilidad social empresarial, y que los consumidores muestren una mayor sensibilidad por los beneficios que tiene para la comunidad comprar productos fabricados localmente.
Una larga lista de factores que hacen que producir en un país de bajo coste ya no sea necesariamente la mejor decisión.
Aunque, ojo, hoy todo se ha vuelto más complejo y la mejor solución tampoco tiene por qué ser necesariamente relocalizar la producción.
Porque muchas empresas ya no es solo que tengan en Asia sus fábricas, sino que han internacionalizado su actividad comercial y en este continente es donde están sus mercados más prometedores, los más grandes y los que más crecerán en la próxima década. Mientras que las tendencias demográficas de nuestro país nos hablan de un mercado que se contrae.
Además, a lo largo de estos años la cualificación de los trabajadores industriales asiáticos no ha hecho más que aumentar, mientras que en países como España podría ser complicado encontrar personal con experiencia en el uso de algunas de las nuevas tecnologías que hoy incorporan las empresas industriales a sus procesos.
Es, por tanto, buen momento para que las empresas se replanteen el debate entre “offshoring” y “reshoring” en términos de “rightshoring”, es decir, de cuál sea objetivamente el mejor lugar para ubicar sus operaciones industriales en función de su modelo de negocio, sus capacidades organizativas, la realidad actual de los mercados y su previsible evolución futura.
Imagen Steve Jurvetson bajo licencia Creative Commons