Son varios los elementos que hacen que una organización sea innovadora: una estrategia bien orquestada, entender bien los mercados y sus tendencias, empleados creativos, tecnología, recursos financieros, etc. Sin embargo, un reciente estudio de Booz & Co. desvela que por encima de cualquier otro factor, la cultura organizativa juega un papel decisivo como el nexo que da sentido a todos los demás.
Según este estudio no existe correlación entre la inversión en I+D y los resultados económicos de una empresa. Lo que realmente importa es como entienden las personas con capacidad de decisión conceptos tales como riesgo, creatividad, apertura o colaboración.
Entre los participantes -representantes de 1.000 grandes empresas de diferentes procedencias- se aprecia unanimidad acerca de cuáles son los dos atributos culturales de los que más depende el éxito de la innovación:
- orientación al cliente,
- pasión y orgullo por los productos y servicios desarrollados.
Por detrás aparecen otros valores como la «apertura a nuevas ideas procedentes de fuera de la organización» y la «colaboración entre distintas funciones y ámbitos geográficos», lo que, por otro lado, no es de extrañar ya que si no persiguen satisfacer necesidades del mercado no hay apertura ni colaboración que valgan para una empresa.
En cambio, lo que sí me llama la atención es que el último puesto de la tabla lo ocupe la» tolerancia frente a los fracasos que se producen durante el proceso de innovación», lo que, de alguna manera, contrasta con lo que solemos escuchar a nuestro alrededor acerca del valor de errores y fracasos.
En cualquier caso, otro argumento de que la competitividad de las empresas, cada vez más, la determinan las personas.