En su libro “Reinventing the CFO”, Jeremy Hope trata sobre la necesidad de que los directores financieros adapten su rol a las exigencias de los nuevos tiempos. En un entorno incierto y cambiante como el actual planificar a muy largo plazo deja de tener sentido. Los directivos necesitan disponer de información sobre la situación del negocio de forma inmediata – no dos semanas después del cierre- y conocer las perspectivas a medio y corto plazo. La aplicación de estrictas normas de control –como la Sarbanes-Oxley-, la presión por reducir costes y la gestión de la complejidad son otros de los retos a los que se enfrentan los CFOs en la actualidad.
Es necesario desterrar la idea, todavía arraigada en algunas empresas, de que Finanzas es quien “cocina los números”. El CFO de la nueva era debería favorecer con su ejemplo el desarrollo de una cultura corporativa basada en la integridad y la transparencia. Su independencia, rigor y ecuanimidad son sus argumentos más poderosos.
En un mundo complejo, una de sus prioridades será la lucha contra la burocracia, cuestionando, entre otras cosas, el valor de muchos de los informes que habitualmente se generan en una empresa. En este sentido deberá liderar la implantación de sistemas integrados que faciliten a sus usuarios el acceso a la información de forma rápida y fiable.
En un plano más estratégico tendrá que velar por que la inversión se canalice hacia proyectos que generen valor para el negocio y no se pierda en iniciativas estériles. Del mismo modo, entre sus principales responsabilidades se incluiría la gestión del riesgo. Una valoración, desde una perspectiva integral, del riesgo al que está sometida la empresa permite afinar la estrategia corporativa, seleccionar proyectos con más criterio y, en definitiva, materializar las ventajas competitivas de la empresa en el mercado.
Finalmente, el director financiero deberá preocuparse cada vez más por la selección y el desarrollo de su propio equipo. Atrás quedaron los días de los administrativos con manguitos. Ahora se buscan profesionales flexibles, que entiendan el negocio y con buenas dotes de comunicación. No hace falta decir que, en materia de desarrollo, el CFO debería comenzar por cultivar sus propias habilidades. Más allá de aportar conocimientos específicos, visión estratégica y adaptabilidad al cambio, es fundamental que sepa escuchar y defender sus argumentos y que adopte una actitud proactiva dentro de la organización.
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