Hace unas semanas Rober publicó en su blog una inspiradora entrada donde explica como la lobotomía frontal -una práctica introducida en los años treinta por Antonio Egas Moniz para tratar a pacientes aquejados de brotes psicóticos severos, y que luego se extendería a ciertos casos de depresión y ansiedad- tenía el inconveniente de que, si bien eliminaba la angustia en quienes padecían esas enfermedades, también hacía desaparecer su capacidad de pensar en el futuro, una cualidad que nos diferencia del resto de especies del reino animal, y que parece ser que es la funcion principal del lóbulo frontal de nuestro cerebro.
El caso es que el post de Rober me hizo pensar en todas esas organizaciones cuyo cerebro colectivo parece haber sufrido una lobotomia frontal: organizaciones en apariencia inteligentes y eficaces, pero incapaces de ver que el mundo ha cambiado y lo va a seguir haciendo, y que toca adaptarse.
Y es que, en un momento en que predecir el futuro es casi imposible, una organizacion necesita que el «lobulo frontal» de su cerebro colectivo sea particularmente potente, para entender y aceptar esa realidad y, a partir de ahí, planificar el desarrollo de capacidades que le permitan prosperar en un futuro difícil de prever.
Por eso es conveniente que el «pensamiento frontal» de una organización no «corra» únicamente en las cabezas de sus dirigentes, sino que esté distribuido -descentralizado- entre todos sus miembros. Porque hoy las empresas operan en un contexto de interdependencias complejas y cuantas más mentes estén atentas a las tendencias que surgen en su entorno, anticipando su posible impacto en la organización, e imaginando lo que ésta puede hacer al respecto, más ágiles y eficaces serán sus respuestas.
A pesar de todo, hay muchos dirigentes empresariales que desaprovechan esa capacidad extra de pensamiento frontal que podrían aportarles sus colaboradores. En cierto modo es como si el cerebro colectivo de sus organizaciones estuviese lobotomizado.
Hay directivos que no se muestran muy dispuestos a escuchar a quienes están «por debajo» de ellos en la jerarquia, por falta de sensibilidad, o directamente porque menosprecian -aunque en su discurso digan lo contrario- su capacidad de mirar al futuro, anticipar problemas y aportar soluciones. A otros lo que les ata al corto plazo es una excesiva preocupación por la eficiencia, o la tiranía de los mercados financieros. Y hay otros que no comparten con sus colaboradores según qué informaciones porque piensan que así les causarán menos molestias, o porque, instalados en posiciones paternalistas, todavía creen que sus empleados serán más felices si viven en la ignorancia, como si alguien pudiese preferir vivir lobotomizado…
Imagen Darin McClure bajo licencia Creative Commons
Ahí le has dado, Santi.
España siempre ha sido y será un país de envidias, dónde una persona no se siente completado por el resto del grupo, sino amenazado.
Este es uno de los principales problemas de las Eª de hoy, y será un GRAN AVANCE para las que consigan dar ese salto, ya que serán un nuevo ser, con más ojos para ver, más cerebros para aprender y más mentes para imaginar.
Mientras tanto… sólo hablamos de ¿qué tal en el pueblo el fin de semana?…