En noviembre de 2015 Imperative, en colaboración con la Universidad de Nueva York, publicaba el Purpose Workforce Index 2015,un informe con los resultados de una encuesta orientada a entender el papel que juega el trabajo en la vida de los estadounidenses.
El estudio, en el que participaron 6.332 personas, revela que el 72% de los trabajadores considera su trabajo principalmente como un medio para un fin –ya sea una ganancia económica, o una mejora social o de desarrollo personal–.
Sin embargo el foco lo pone en el 28% restante: personas que, ante todo, necesitan encontrar un propósito en su trabajo. Son lo que el informe denomina “trabajadores orientados al propósito” (purpose-oriented workers).
Una característica de estos trabajadores es que son más propensos a creer que sus trabajos tienen un impacto sobre otras personas, por lo que suelen tener una percepción más positiva de los mismos.
El informe muestra también que estas personas tienden a buscar –y a menudo encuentran– un significado trascendente en su trabajo aun cuando no lo experimenten en el día a día de su actividad laboral. De ahí que podamos encontrar trabajadores orientados al propósito prácticamente en cualquier sector, aunque, como es lógico, en algunos sectores abunden más. Así, por ejemplo, en el sector educativo y en organizaciones sin ánimo de lucro más del 40% de los trabajadores poseen esa orientación al propósito, mientras que en otros sectores como distribución, suministros públicos, construcción, publicidad y hostelería los trabajadores orientados al propósito no llegan a un 20%.
El Purpose Workforce Index, además, nos ofrece otros tres datos sobre esta categoría de trabajadores que me parecen particularmente reveladores. Primero, que las mujeres y los trabajadores mayores de 55 años son significativamente más propensos a encontrar un propósito en sus trabajos que sus homólogos masculinos o más jóvenes. Segundo, que los trabajadores orientados al propósito tienden a tener un mayor nivel educativo que sus pares. Y tercero, que el hecho de ser un trabajador orientado al propósito no implica necesariamente un sacrificio económico, lo que siempre es un consuelo.
En cualquier caso, mi interés por este tema no viene tanto de ahí como de que este estudio, junto a otros anteriores, aporta evidencias de que esa orientación al propósito tiene ventajas objetivas tanto para el propio trabajador como para la organización que le emplea.
Así, por ejemplo, en el Purpose Workforce Index podemos ver cómo los trabajadores orientados al propósito superan a sus colegas en varias ámbitos. Por una parte, son 50% más propensos a ocupar posiciones de liderazgo, y un 47% más propensos a recomendar a sus empleadores a otras personas. Por otra, tienden a tener relaciones más sólidas y más profundas con colegas y clientes, lo cual es particularmente relevante en un escenario donde el capital social es se ha convertido en un factor clave tanto para la competitividad de la organización como para la empleabilidad de los individuos.
Unos descubrimientos que se suman a los datos procedentes de una investigación realizada por Energy Project que revela que los empleados que encuentran un significado en su trabajo tienen tres veces más probabilidades de permanecer en sus organizaciones, están 1,7 veces más satisfechos en el trabajo, y 1,4 veces más comprometidos.
Lo que, a su vez, encaja con lo que observamos en nuestra práctica diaria en el iOpener Institute donde tenemos evidencias de que las personas que sienten que sus puestos de trabajo tienen un impacto positivo en el mundo también tienden a sentirse más motivados, más eficaces y más resilientes cuando los tiempos son difíciles.
Ahora, tal como propone Imperative (cuya visión, por cierto, es «duplicar el número de personas que buscan un propósito en su trabajo en los próximos 10 años»), imaginemos un futuro donde los trabajadores orientados al propósito fuesen mayoría…
Un mundo donde los picapedreros dejasen paso a los “constructores de catedrales”…
El caso es que, aunque a primera vista la idea puede parecer un sueño utópico, hay razones para pensar que podría ser algo más que una ilusión:
Por una parte están los “millennials”, que ya son la generación más numerosa en la fuerza de trabajo en muchos países, y que llegan al mundo laboral armados con un conjunto diferente de valores. Aun cuando estos trabajadores jóvenes no se describan a sí mismos como “orientados al propósito”, nuestra investigación muestra que lo que mantiene a los miembros de la Generación Y vinculados a una organización es un trabajo al que le encuentren un significado, no simplemente el dinero. En este mismo sentido también sabemos que para la generación del milenio hay una fuerte alineación entre la realización personal en el trabajo y la sensación de estar haciendo algo que vale la pena.
A lo que se une que la orientación laboral de una persona no es un atributo inmutable sino una variable sobre la que los educadores, los padres y las empresas pueden influir bastante más de lo que generalmente creemos. Sabemos, por ejemplo, que hay una fuerte conexión entre la orientación laboral de un individuo y la percepción de que la persona tuvo de las orientaciones en el trabajo de sus padres; y que los directivos y profesionales de recursos humanos en las organizaciones pueden ayudar a los empleados a “conectar los puntos” para hacerles ver cómo su trabajo tiene un impacto positivo en el mundo.
Imagen Coast Guard News bajo licencia Creative Commons
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